Cuauhtémoc, el hombre

El suplicio

"El Suplicio de Cuauhtémoc". Pintura: Leandro Izaguirre.

Cuauhtémoc fue rescatado por la historia patria oficial cinco siglos después de su muerte, cuando Porfirio Díaz tomó la figura del Tlatoani mexica para sustentar su nacionalismo, e inclusive mandó hacerle un monumento en 1887.

Francisco Ortiz Pinchetti

En la primaria nos enseñaban que el último emperador azteca había muerto heroicamente, martirizado por los españoles encabezados por Hernán Cortés. Que le quemaron los pies para que revelara el escondite secreto en que los aztecas guardaban su tesoro pero que no consiguieron que soltara la sopa.

La verdad, pulida a través de los siglos, es que en realidad Cuauhtémoc fue derrotado por los conquistadores el martes 13 de agosto de 1521 y hecho prisionero cuando huía por el lago con su familia en una canoa. Su heroicidad no consistió en su resistencia durante el martirio, que fue muy posterior, sino por su valerosa defensa de su ciudad y de su imperio. Y también por la dignidad con que asumió su derrota.

Según el cronista Bernal Díaz del Castillo, autor de Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, el sucesor de Moctezuma y Cuitláhuac fue llevado por sus captores en un bergantín, a petición suya, a la presencia de Cortés en Tlatelolco, al que hizo mucho acato al verlo, según el cronista. “Cortés con alegría lo abrazó y le mostró mucho amor a él y a sus capitanes; y entonces Guatemuz dijo a Cortés ‘Señor Malinche: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienen en la cinta y mátame luego con él”. Y esto cuando lo decía lloraba con muchas lágrimas y sollozos y también lloraban otros grandes señores que traía consigo. Cortés le respondió “muy amorosamente” y reconoció su gran valor. Lo perdonó. Le pidió descansar su corazón y le aseguró que él mandaría a México y a sus provincias como antes. “Y Guatemuz y sus capitanes dijeron que lo tenían por merced”.

El escritor José Fuentes Mares, a quien entrevisté en su casa de campo de Majalca, Chihuahua en 1985, meses antes de su muerte, me dijo que el episodio de la captura de Cuauhtémoc había sido totalmente distorsionado por la historia oficial.

En su controvertido libro Cortés, el Hombre (Ed. Grijalbo, 1981), el también historiador y filósofo chihuahuense dedica un capítulo central a los acontecimientos del 13 de agosto en Tlatelolco, que describe prolijamente, con el colofón de la derrota y rendición de Cuauhtémoc. Y enseguida, con una prosa que me parece deliciosa, hace esta reflexión:

“De ese modo terminó la agonía de México-Tenochtitlan y con ella una de las grandes hazañas de la historia. Que el gran téul no tomara la palabra al último Tlacatecutli y le apuñalara con su cuchillo, carece de significación, puesto que en el estrado aparejado con petates, mantas y asentaderos, morían al mismo tiempo el mancebo Cuauhtémoc y el joven Cortés. No uno, el de López Velarde, sino dos héroes a la altura del arte. Prolongar su existencia dejaría alguna sombra en la doble y prodigiosa experiencia vital. Hernán Cortés y Cuauhtémoc murieron ese martes 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito…

El fallecimiento de Cuauhtémoc ocurrió tres años y medio después de su captura, el 28 de febrero de 1525, hace justamente este viernes 500 años. Fue ejecutado por órdenes del propio Cortés, cuando se vio involucrado por una dudosa conseja en una supuesta conjura contra el conquistador extremeño. El último Tlatoani fue ahorcado en una ceiba junto con el señor de Tlacopan, en un lugar llamado Izcanac, en el actual estado de Tabasco. Ambos fueron bautizados antes de su ejecución, que Bernal Díaz del Castillo califica de “injusta” y “sin más probanzas”.

Tras el relato de aquella tragedia, sustentada en los testimonios directos de Díaz del Castillo y en las Cartas de relación del propio Cortés, Fuentes Mares se pregunta: ¿qué mejor fin pudo tener Cuauhtémoc? Y enseguida responde:

Si estaba liquidado el futuro de su nación y de su raza; si sus dioses habíanle concedido la discutible gracia de sobrevivir a la batalla de México-Tenochtitlan, a falta de una muerta perfecta, entre las ruinas de su ciudad y su mando, el ahorcamiento de Izcanac compensaba en parte el disfavor divino. En eclipse su fama, prisionero y al margen de la historia, Cortés le reintegraba a ella en un santiamén. Colgado de una ceiba, en la selva de Tabasco, su mortal enemigo le permitía recuperar de un golpe la desventura de tres años de penosa supervivencia. Sin proponérselo, Cortes le hacía retomar su historia victoriosa.

Cuauhtémoc fue rescatado por la historia patria oficial cinco siglos después de su muerte, cuando Porfirio Díaz tomó la figura del Tlatoani mexica para sustentar su nacionalismo, e inclusive mandó hacerle un monumento en 1887. Así se mantuvo durante la etapa post revolucionaria, hasta ser reivindicado entre los próceres de la Nación –al lado y a la altura de Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Benito Juárez García y Emiliano Zapata– por el Partido Nacional revolucionario (PNR) y sus prolongaciones del PRM y el PRI durante su hegemonía de más de 70 años. Sin embargo, aun en nuestros días se tiene a menudo una visión distorsionada de ese personaje sin duda emblemático.

Andrés Manuel López Obrador (que por cierto traicionó a un Cuauhtémoc y protege a otro) nos dio un buen ejemplo de lo anterior. En 2023 en una de sus conferencias matutinas en Palacio Nacional, dijo pisoteando materialmente la historia. que el Tlatoani fue “un dirigente que no aceptó rendirse y por eso ordenó Cortés su asesinato (sic)”.

No obstante, este viernes fue subido a los altares del morenismo, en un homenaje para conmemorar los 500 años de su muerte, que encabezó la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. “El viernes vamos a hacer algo único, histórico, nuevo. Se cumplen 500 años del asesinato de Cuauhtémoc, del tlatoani, y vamos a hacer un evento en el Zócalo de la ciudad”, anunció la mandataria. Válgame.

De la libre-ta

EL GATO Y EL RATÓN. No sé por qué pienso en ese juego infantil cada vez que veo las amenazas de Trump y los desesperados apuros de Claudia y su gabinete (trasladado de plano a Washington) para responder a ellas lo más rápido y diligente posible. Al gato colorado, sin embargo, no le satisfacen ni el traslado inmediato de 10 mil soldados a la frontera, ni la extradición de 29 capos del narcotráfico (de la talla de Caro Quintero, el Z-40 y el Z-42, entre ellos), ni los de decomisos de toneladas de fentanilo y otras drogas presumidos por García Harfuch. “Los aranceles van”, refunfuña. Maaare.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti

https://www.sinembargo.mx/author/franciscoortiz/

Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

 

 

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