Sucesiones y reformismos en el Vaticano, 1

Última bendición del papa Francisco.
Columna Diario de campo
Luis Miguel Rionda (*)
El deceso del papa Francisco nos tomó de sorpresa a todos. Lo digo porque a pesar de haber sido internado de gravedad por más de sesenta días en el Hospital Gemelli, el prelado evidenció una notable mejoría el fin de semana santo; incluso emitió la bendición urbi et orbi el domingo de resurrección, y se montó en el papamóvil para dar la vuelta a la plaza, con un evidente gozo que desbordaba su cara hinchada. El lunes amaneció muerto.
Yo nací en tiempos del “papa bueno” Juan XXIII (Angelo Roncalli), quien lideró una de las reformas de más calado de la vetusta iglesia católica: el concilio Vaticano II. Ese ejercicio de aggiornamento (actualización) permitió que la liturgia se modernizara, a fin de atraer a los fieles que se alejaron por los rancios arcaísmos del catolicismo.
Por eso yo no conocí las misas en latín, con el sacerdote dando la espalda a los fieles. Se aplicaron un montón de cambios formales, pero muy necesarios. Ya ni hablar del ecumenismo, la aceptación del laicismo, la renovación moral de la iglesia, el compromiso activo con la paz mundial, y otras adaptaciones a un mundo moderno trastocado.
El papa Pablo VI (Giovanni Montini) sucedió al papa bueno en 1963. Ese fue el pontífice de mi niñez y adolescencia. Yo me hice ateo en 1971 pero siempre me he sentido cercano a mi raíz cristiana. Por eso el año de 1978 resultó muy especial para mí. Por casualidad, yo culminé mi estancia de estudios en Europa con un viaje con mi madre por varias ciudades de Italia entre mayo y junio. No lo sabíamos entonces, pero ese sería “el año de los tres papas”.
Paulo VI había continuado la labor reformista de su antecesor, aunque sin el calado que éste le habría impuesto. Profundizó el ecumenismo y reubicó a la iglesia en el escenario de la política mundial. Pero también recuperó el conservadurismo eclesial y se opuso a reformas como el control natal y los movimientos juveniles de su época. Murió el 6 de agosto de 1978 con 81 años.
Fue sucedido el día 26 siguiente por Juan Pablo I (Albino Luciani), de quien se rumoró que deseaba desplegar una agenda liberal radical en favor de los pobres, y moralizar las finanzas de la iglesia. No supimos nunca si esto resultaría cierto, porque murió sorpresivamente 33 días después, el 28 de septiembre, con 66 años. Ya se imaginarán las teorías conspiratorias que circularon durante años. Hasta llegaron al cine hollywoodense, en la tercera parte de El Padrino (1990), ¿la recuerdan?
Por cierto, sucumbo a la tentación de recomendarles una antigua película: Las sandalias del pescador (The Shoes of the Fisherman, 1968), con Anthony Queen y dirigida por Michael Anderson. Se basa en una novela de Morris West (1963). Ahí se teje una trama que ayuda a reflexionar sobre las sucesiones y los reformismos utópicos en la iglesia católica.
Seguiremos revisando las sucesiones papales que recuerdo, en una semana.
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda