Un día antes de presentar la Nueva gramática de la lengua española en México, allá en el lejano 2009, el entonces director de la Academia Mexicana de la Lengua, el doctor José G. Moreno de Alba, dijo: «Corregir no significa dar reglazos al que habla mal [golpes con una regla], sino ponernos de acuerdo en las mejores formas de comunicación».

La declaración de don José incide directamente en el concepto de Educación. Antiguamente se señalaba que «la letra con sangre entra». Se castigaba, entonces, a quien no aprendía. Así, el conocimiento no era atractivo; era una temible obligación. Ante el desaliento de muchos estudiantes, se prohibió el golpe en la escuela… El problema es que padres y alumnos ahora desarrollaron la idea de que lo importante es acreditar (la calificación) y no la adquisición del conocimiento. Estamos igual que antes: estudiar no representa un premio apetecible por sí mismo.

Ambas condiciones con el mismo resultado, a mi juicio, se deben a un solo factor: no se enseña a razonar.

La coerción (el castigo) se ha erradicado de la escuela, pero no así de la casa. En el hogar se mantiene el golpe como sistema para obtener conductas del niño. Ahí el infante aprende que quien golpea más fuerte (o grita con mayor potencia), se lleva la razón (incluso entre padres). Por ello, ahora los menores tienen una confusión más aguda, no hay coincidencia entre escuela y hogar en la educación.

Con ello de ninguna manera abogo por el regreso del castigo a la escuela. Para mantener congruencia, los padres deberían obligarse a marcar lineamientos de conducta, no por la fuerza, sino por el razonamiento. De nada sirve conseguir una actitud, si esta no es aceptada libremente bajo el convencimiento. Dejar de hacer algo por el temor al castigo, no es educación: es condicionamiento.

Los planes de estudio en los salones de clase en muchas materias parecen limitarse a reproducir información y a buscar que memorice el alumno (en matemáticas, fórmulas y rutinas). La memoria se torna flaca cuando no hay sentido emocional (información valiosa para el estudiante). Sin embargo, esa misma información expuesta bajo la lógica, es más probable que vincule afectivamente al estudiante. Ello debido a que es más fácil asociar información lógica con la vida cotidiana, que datos distantes, fríos o solo listados.

Olac Fuentes Molinar, quien fuera subsecretario de Educación, declaró en un foro: [es preferible] «…una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena».

Por ello, a mi juicio, en la gramática la enseñanza no es llenar de palabras extrañas a los alumnos (por eso un extranjero que aprende español nos pone en serios aprietos cuando solicita ayuda para conjugar un verbo en subjuntivo). Las clasificaciones gramaticales que nos enseñaron en las escuelas, fue un trabajo inútil. No recurrimos a esa información cuando usamos el idioma (que sin saberlo, sí aplicamos regularmente el subjuntivo).

Preferible, entonces, aunque cueste más trabajo, contar con cabezas llenas de talento para razonar, que hábiles para repetir lo que los libros presentan.

sorianovalencia@hotmail.com

 

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