De la chispa a la determinación
“La multitud que invadió el Centro Histórico es solo una muestra; pero ese zócalo lleno es un también espejo de lo que puede ocurrir en la ciudad ganada ya por la oposición en las elecciones intermedias de 2021”.
Francisco Ortiz Pinchetti/sin embargo.mx
Resulta absolutamente explicable la preocupación del Presidente ante las manifestaciones ciudadanas que cuestionan su gobierno. También, por supuesto, las expresiones de sus subordinados, que a la vez que se mofan de las pocas posibilidades de la oposición… demuestran todo lo contrario.
La concentración del pasado domingo 18 de febrero en el zócalo, que se replicó en otras 107 ciudades del país, fue la ratificación de que existe una movilización ciudadana vigorosa y –ahora lo hemos constatado— en acción permanente. La respuesta a la convocatoria de las organizaciones cívicas, sin los partidos políticos, fue contundente.
Y no solo porque haya desbordado nuestra Plaza de la Constitución, incluidos sus portales y las calles aledañas, sino además y sobre todo por la actitud que mostraron los participantes. Luego de cubrir por más de medio siglo centenares de marchas y concentraciones ciudadanas, en su mayoría en defensa del voto, creo que puedo valorar debidamente los alcances de ese acto francamente histórico del pasado domingo.
Aunque se haya querido descalificar por parte del Mandatario y sus seguidores como un acto de los “conservadores” o de “la derecha”, lo cierto es que ahí estuvo el pueblo mexicano, sin adjetivos. Cierto, fundamentalmente las clases medias. Los trabajadores, los intelectuales, los profesionales, las llamadas amas de casa. La gente común, pues, como usted o yo.
¿Adversarios del régimen? Fundamentalmente sus críticos, la gente inconforme con el gobierno de Andrés Manuel, sí. Quienes a la vez que defienden las instituciones democráticas como el INE y el derecho al voto libre y respetado, manifiestan una clara orientación política opositora. Negar esto sería desvirtuar la naturaleza de la concentración. Si: es gente que va a votar por la oposición; va a salir de su casa ir a votar, en una elección en la que la afluencia de electores será absolutamente clave en el resultado. Y todo eso es, naturalmente, lo que preocupa al pertrechado habitante de Palacio Nacional.
Cierto: la multitud que invadió el Centro Histórico es solo una muestra; pero ese zócalo lleno es un también espejo de lo que puede ocurrir en la ciudad, ganada ya por la oposición en las elecciones intermedias de 2021. No lo olvidemos. Y la capital es a su vez un espejo al menos de las áreas urbanas del país. Las concentraciones que replicaron la del zócalo en muchas ciudades importantes de la República (Guadalajara, Monterrey, León, Mérida, Tijuana, Aguascalientes, Toluca, Querétaro, etcétera, etcétera) corroboran esa impresión.
Por lo demás, esa gente tiene una candidata que cada vez –después de una aparente caída y a pesar de las primeras encuestas–, da mayores y mejores muestras de que puede ganar y puede ser una buena Presidenta de México. Xóchitl tiene lo que Amado Avendaño enumeró hace un año como características del liderazgo ideal que se requería para esta lucha: “alguien con vergüenza, con coraje, capaz de sacar a la mediocridad de Palacio Nacional”. Yo agregaría carisma, determinación y valentía.
Ojo: la campaña electoral formal apenas empieza en una semana.
En marzo de 2023, luego de la segunda manifestación ciudadana denominada como “marea rosa” –que para sorpresa de muchos colmó por primera vez el zócalo capitalino y desbordó las calles que desembocan en la plaza–, escribí en este mismo espacio:
“Fuimos muchos los que constatamos que la defensa del INE fue la chispa que sacó del marasmo a cientos de miles de mexicanos que se manifestaron en las plazas en todo el país en las movilizaciones de noviembre y febrero pasados. Habían transcurrido largos meses, años de aparente indolencia, de pasividad inexplicable ante la destrucción sistemática de las instituciones democráticas de la nación sin que hubiera una reacción clara de la ciudadanía, mientras los partidos políticos hoy de oposición se sumían en la mediocridad, la ineficacia y el desprestigio.
“La chispa encendió el ánimo de esos ciudadanos de a pie que ignoraron y dejaron atrás a las estructuras, los intereses y los temores partidistas para salir a las calles y marchar en orden, sin injuriar a nadie y con la convicción de que es la hora de asumir la responsabilidad personal en un destino colectivo como es el futuro de este país. Su mensaje fue un contundente reclamo a los partidos de apertura hacia la ciudadanía, ante las elecciones de 2024”.
Esa misma impresión, magnificada, tuve el domingo mientras contemplaba desde los portales atestados a la multitud de tonos rosas y blancos reunida en el zócalo. Quizá la diferencia entre ambas manifestaciones era que mientras en la primera prevaleció un ambiente de alegría, de ruptura, de innovación, en ésta lo fundamental fue la evidente convicción de los ahí presentes a participar y hacer valer su voto el próximo 2 de junio. Me pareció una actitud madura, firme. Aquella fue la chispa; ésta, la determinación. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
LAS PLURIS DEL OFICIALISMO. Asombra la transparencia con la que Morena ha resuelto la asignación de candidaturas plurinominales. A diferencia de los tiempos del PRI, hoy el partido oficial somete a la suerte esas asignaciones, a través de una tómbola. Después, resulta que esa tómbola cuenta, pero en realidad no sirve para definir nada, porque hay lugares “reservados” en la lista, cuya integración final después de la aprobación de alguien que no es precisamente la Comisión de Elecciones del partido, sino aparentemente el habitante principal de Palacio Nacional. Cierto: no son iguales. Antes, simplemente se suprimían todos los pasos previos al palomeo final.
@fopinchetti
Francisco Ortiz Pinchetti
https://www.sinembargo.mx/author/franciscoortiz
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).