Primer debate presidencial de 2024
Santiago López Acosta
Este domingo 7 de abril se llevó a cabo el primer debate entre las candidatas Claudia Sheinbaum, de la Coalición Sigamos Haciendo Historia, integrada por los partidos MORENA, PVEM y PT, Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón por México y el candidato Jorge Álvarez Máynez, del partido Movimiento Ciudadano, a la presidencia de la Republica.
Es el primero de tres, este celebrado en la sede central del INE, el segundo el 28 de abril en los Estudios Churubusco y el tercero el 19 de mayo en el Centro Cultural Universitario de Tlatelolco, todos en la Ciudad de México.
La historia de los debates presidenciales en México es muy reciente, y es concomitante a la transición a la democracia que tuvo como eje inicial y fundamental las reformas y los cambios en materia electoral, democratizar las vías para el acceso al poder político.
El primer debate entre candidatos a la presidencia de la república se llevó a cabo en el Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad en 1994, entre los entonces contendientes Diego Fernández de Ceballos por el PAN, Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano del PRD y Ernesto Zedillo Ponce de León por el PRI. Enmarcado en dos hechos violentos y trágicos, como lo fue el levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas el 1 de enero y el asesinato del candidato original del PRI Luis Donaldo Colosio Murrieta el 23 de marzo.
Ese primer debate lo organizo la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión (CIRT) con una participación marginal del Instituto Federal Electoral (IFE), con un formato muy rígido, pero por ser el primero genero una enorme expectativa que se materializo en uno de los eventos más vistos por la televisión, hasta ese entonces. Con todo y esa rigidez, el primer debate fue ganado claramente por Diego Fernández de Ceballos, haciendo gala de sus dotes de polemista y litigante ampliamente reconocidos. Tan fue así, que para muchos esa era la plataforma para alcanzar la presidencia, pero inexplicablemente, hasta la fecha, se apagó su campaña en las semanas siguientes hasta la jornada electoral.
Los debates se incluyeron en la ley, pero solo a petición de los partidos y candidatos, con escasa intervención de la autoridad electoral para elecciones de 2000 y 2006. En esta última se organizaron dos debates, no asistiendo al primero el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador, perdiendo por ese hecho además de otros errores y fallas, varios puntos de la ventaja que tenía cuando iniciaron las campañas para terminar, perdiendo esa elección.
Las reformas constitucionales de 2007-2008 y 2014 establecieron la obligatoriedad de por lo menos dos debates presidenciales, debiendo ser organizados por el ahora Instituto Nacional Electoral (INE).
En 2018 se organizaron tres debates presidenciales, con formatos más flexibles y con una intervención activa de los moderadores, que les imprimió una dinámica más interesante y participativa de la ciudadanía, quien es la principal recipiendaria de los debates para recibir el producto de las personalidades, historia de vida, propuestas y cuestionamientos que se les formule a las candidatas y al candidato, en esta ocasión.
La entrega de esta colaboración la realizo antes de la celebración del primer debate por lo que señalo lo que debíamos haber tenido en ese primer ejercicio: primero que asista y participe la candidata del oficialismo, quien en semanas previas descalificó sin sustento a uno de los moderadores, aprobado por unanimidad de los consejeros del Consejo General del INE y el consenso de todos los representantes de los partidos políticos, Manuel López San Martin, con el pretexto de que había criticado al impresentable e indefendible “Doctor Muerte” Hugo López Gatell, después de que lo recontrato el presidente de la Republica al no lograr ninguna candidatura para el anhelado fuero que buscaba. También descalificó al ITESO, porque supuestamente una de las responsables para revisar las preguntas formuladas por el público había expresado opiniones contrarias a la 4T. Puso en duda su asistencia hasta el último momento al no presentarse a reconocer el set y ensayo previsto para el sábado anterior.
En el debate se debe evaluar la claridad y sustancia de las propuestas y la capacidad para articular políticas de manera comprensible y concreta, los conocimientos y preparación para comprender los asuntos en discusión, respondiendo directamente y sin rodeos las críticas y cuestionamientos que se les haga; la coherencia de sus argumentos, que deberán ser congruentes con sus acciones y declaraciones previas, que muestren fiabilidad y consistencia.
El lenguaje corporal y la comunicación no verbal son aspectos que ofrecen pistas sobre su confianza y autenticidad, si son capaces de interactuar respetuosamente, refutando y argumentando con efectividad, además de demostrar capacidad para el dialogo y la negociación constructiva; además de las reacciones frente a la presión y la crítica, esperando que mantengan la compostura. Es muy importante valorar su empatía y capacidad para conectar con el público, la manera que entienden los problemas y preocupaciones de la gente. Son algunas de las actitudes que debimos observar.
En estos momentos nos encontramos en el post-debate, que para algunos puede ser más importante que el debate mismo, donde se trata de construir y desarrollar la narrativa en los medios de comunicación tradicionales, desafortunadamente la mayoría de ellos coptados por el oficialismo, por lo que sobre todo en las redes sociales, de que la candidata de su preferencia tuvo mejor desempeño, con evidencias, no solo declararse ganadora y ya, sino demostrarlo y hacerlo viral en las redes sociales.
Las encuestas que se han publicado y que se publiquen los próximos días, esperando que sean confiables y serias, podrían marcar el resultado de este primer debate presidencial, observando si mueven las tendencias para el 2 de junio de 2024.
