Manifestaciones y marchas por la democracia

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Santiago López Acosta

Como se esperaba, este domingo 18 de febrero se llevaron a cabo manifestaciones y marchas en más de 120 ciudades en todo el territorio nacional y en decenas en el extranjero, especialmente en los EEUU, Canadá, España, Francia y en otras partes del mundo, y todo indica que supero las dos anteriores, del 13 de noviembre de 2022 y del 26 de febrero de 2023, en cuanto a sitios y número de participantes.

Las primeras estimaciones señalan que la manifestación en el Zócalo de la CDMX rondó entre los 700 y 800 mil asistentes, y sumando los participantes en decenas de ciudades en todo el país y en el exterior es muy probable que se superó los dos millones de mexicanas y mexicanos que salieron a defender la democracia, que no ha sido una conquista menor, con la participación central de la ciudadanía en las últimas décadas.

El discurso del único orador, Lorenzo Córdova Vianello, exconsejero presidente del INE fue sobrio, directo y certero, acorde con los objetivos de las marchas y manifestaciones, sin estridencias ni ataques a nadie, pero muy puntual de lo que se está defendiendo. Destaco lo siguiente:

Dijo que hace apenas cuatro décadas en México no teníamos elecciones libres, no había instituciones que protegieran efectivamente nuestros derechos y no había espacios para que la diversidad política se expresara. Se hacía política con miedo. Eran tiempos de un pretendido pensamiento único, de un partido hegemónico, del ejercicio autoritario del poder y en donde, desde antes que se votara, ya se sabía quién iba a ganar las elecciones.

Sin embargo, hoy contamos con instituciones que nos protegen frente a los abusos del poder, incluso del de las mayorías autoritarias, y ante las cuales podemos defender nuestros derechos. Con una sociedad en donde todas y todos tenemos cabida, con nuestras diferencias legítimas y sin que se nos persiga por pensar diferente.

Recordó que la democracia no nos cayó de lo alto, no fue una concesión graciosa ni un regalo del poder, sino el resultado de muchas luchas ciudadanas que costaron esfuerzo, dedicación y en algunas ocasiones hasta sangre. Fue gracias a la apuesta que hicieron varias generaciones de mexicanas y mexicanos que, a pesar de sus diferentes posturas políticas e ideológicas, tuvieron un propósito común: que con nuestro voto libre decidamos quienes serán nuestros gobernantes y que nuestros derechos y libertades estén garantizados.

Destacó que estas manifestaciones no son para apoyar o criticar a ninguna candidatura, a ninguna campaña, a ningún partido o coalición; como tampoco para criticar a ningún gobierno, sino para defender a la democracia y para decirle no a toda propuesta que busque desmantelar las conquistas alcanzadas.

Recalcó que son tres los logros democráticos que están en riesgo y que se defendían: en primer lugar, las reglas y las condiciones que nos permiten votar en libertad en elecciones auténticas y equitativas. No se vale exigir reglas de equidad y condiciones justas en la competencia política siendo oposición y violarlas sistemáticamente siendo gobierno. Esa deslealtad hoy pone en peligro a nuestra democracia.

En segundo lugar, que están en riesgo las instituciones de la democracia, que nos han permitido controlar y limitar el poder del gobierno para evitar que se abuse del mismo; y que, además, sirven para proteger que nuestras libertades y derechos no sean atropellados. Y hoy, por el hecho de que le incomodan, desde el poder se busca desaparecerlas, subordinarlas o capturarlas.

Hay quien dice que “las instituciones sí se tocan”. ¡Claro que sí, pero sólo si es para mejorarlas! Si lo que se quiere es desmantelarlas, destazarlas o capturarlas, si es para eso, ¡claro que no se tocan!

En tercer lugar, también está en riesgo nuestra Constitución, la expresión del arreglo político que nos permite sentirnos, sin excepciones, parte de la Nación mexicana. Se ha pretendido dividir a la sociedad entre quienes son parte del pueblo y quiénes son sus enemigos, como si el pueblo no fuéramos todas y todos, como si en México sólo unos tuvieran cabida y los otros salieran sobrando. Esa polarización no sólo es falsa y artificial, sino que es profundamente autoritaria; la sociedad mexicana tiene muchos matices y diferencias, múltiples formas de actuar y de ser. México no sólo es el país de unos cuantos, es el país de todas y todos, mayorías y minorías con los mismos derechos.

Ni la Constitución, ni la bandera (que la volvieron a quitar como en las anteriores concentraciones) son propiedad de nadie o de una parte de la sociedad, es algo que nos pertenece a todos. En la Constitución cabemos todas y todos o se acabó la democracia.

Con las iniciativas de reforma constitucional se busca desmantelar los logros democráticos y volver a una época en la que el pluralismo y la diversidad de ideas no tienen posibilidad de expresarse y de contar. Por eso se defiende que ni las condiciones para el voto libre, ni los organismos de control democrático, ni la constitución que divide el poder y protege nuestros derechos se tocan.

Remarcó que la ciudadanía tiene que apropiarse de la elección de este año, participando como funcionario de casilla, observador electoral, y por supuesto, como votante activo.

Termino diciendo que la democracia nació de las luchas de la ciudadanía, es una obra colectiva, y su defensa también es colectiva, no es una responsabilidad de algunos, sino de todas y todos, por lo que quien es omiso o indiferente termina siendo responsable de su destrucción.

Es una pena que el Presidente de la Republica no asumió su responsabilidad constitucional de ser Jefe de Estado y de Gobierno, y por ende buscar la unidad y el bienestar general de la Nación entera, se quedó en jefe de facción, de secta, de coordinador de campaña de su partido y en los hechos de virtual candidato a repetir, descalificando a una buena parte de los gobernados que no lo siguen a ciegas, diciendo que los participantes en este ejercicio ciudadano defienden la corrupción, sin ofrecer ningún argumento ni evidencia, como suele hacerlo casi todos los días, con quien no comparte sus consignas.

Es la sociedad civil que está viva y actuante, y sin duda puede cambiar el pretendido rumbo de la historia.

 

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