Columna Diario de Campaña

Luis Miguel Rionda (*)

El día de hoy dará comienzo a la quincuagésima primera edición del Festival Cervantino en la ciudad de Guanajuato, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Un evento anual que ha colocado a esta metrópoli provincial, esta “Atenas de por acá” en palabras del cuevanense Ibargüengoitia, en el mapa mundial de los encuentros plurimodales de las mejores expresiones de la cultura universal.

Yo siempre me he enorgullecido de haber tenido la oportunidad de acompañar al suceso desde su origen, en octubre de 1972. En esa fecha yo tenía doce años, y había participado pasiva y activamente en el desarrollo del Coloquio Cervantino Internacional, que antecedió al primer FIC durante los ocho fines de semana previos entre el 28 de julio y el 23 de septiembre, bajo los auspicios de la Universidad de Guanajuato. Mi padre, Isauro Rionda Arreguín, fue el operador de ese evento en su calidad de jefe del Departamento de Acción Social y Cultural de la UG. Por esa misma razón, le tocó participar en el comité organizador del primer FIC, cuando se desarrolló del 29 de septiembre al 18 de octubre, gracias a la iniciativa del jefe del departamento de turismo federal, Agustín Olachea Borbón.

Mi padre me compartió que la idea del festival se concibió durante la realización de la fiesta de la Guelaguetza en Oaxaca, el “lunes del cerro” de julio de 1971. Olachea departía con representantes del gobierno y la Universidad de Guanajuato, entre ellos el rector Enrique Cardona Arizmendi. Consideró conveniente celebrar el vigésimo aniversario del Teatro Universitario de Guanajuato con un gran evento cervantista, pero de alcance internacional. El festival se anunció el 28 de febrero de 1972 desde la Academia de San Carlos en la ciudad de México, como una aportación de México al “Año Internacional del Turismo” de la UNESCO.

El presidente Luis Echeverría tuvo un interés particular en apoyar la iniciativa de su responsable de turismo, para confirmar la vocación artística y cervantina de una ciudad donde él había vivido entre 1947 y 1948, cuando constató el vibrante ambiente cultural de su clase intelectual y universitaria.

Tuve la oportunidad de estar presente en la inauguración del primer FIC en la recién renovada y rebautizada “Plazuela del Quijote” en el mineral de Cata, que corrió a cargo de Agustín Olachea en representación del presidente Echeverría, con la presencia de Manuel M. Moreno, gobernador de Guanajuato, la actriz Dolores del Río, presidenta del patronato; Rodolfo Echeverría, titular del Comité Organizador, y el arquitecto Osear Urrutia Tazzer, director general del festival. La plaza se transformó en una “villa manchega”, blanqueada y castellanizada. La Casa Domecq instaló un museo del vino y de la ruta del Quijote, que se mantuvo muchos años.

El primer evento artístico correría a cargo de la Ópera Nacional del INBA con el montaje “Don Quijote” de Massenet, en el Teatro Juárez.

Nadie apostaría entonces a que el suceso cultural, nacido en la modestia provinciana, lograría momentos de gran proyección internacional, hasta ubicarse ya en la exigua lista de los festivales artísticos de trascendencia en el orbe.

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

 

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