DE UNA JOYA LITERARIA, CUARTA PARTE
JOSE CARLOS GUERRA AGUILERA
EL ROMANCERO DE LA VIA DOLOROSA, del sacerdote Benjamín Sánchez Espinoza, con seudónimo de FRAY ASINELLO, es una joya literaria, copio tres estaciones:
10ª Estación.
JESÚS ES DESNUDADO Y ABREVADO CON HIEL Y VINAGRE
Revestíos de Cristo
(Rom. 18,14)
Así, desnudo, Dios mío,
¡qué pena me da mirarte,
escultura de vergüenza
cincelado en nieve y sangre!
Tienes todo el desamparo
de nuestros Primeros Padres,
al esconderse llorosos
y desnudos tras los árboles
con el sabor del pecado
amargándoles las fauces.
También hay entre tus labios
sabor a hiel y vinagre:
amargura de pecados que,
sin beberla, probaste.
Las saetas de los ojos
y de las risas procaces
sobre tu cuerpo desnudo
volando van a clavarse.
¡Oh si pudieras correr,
como un niño, hasta tu Madre,
y esconderte entre sus brazos,
y en su regazo anidarte!
¿En dónde estarán ahora
aquellos limpios pañales
de la luminosa noche;
dónde los lirios del valle
que tejen túnicas blancas
sin ruecas y sin telares;
dónde están los corderitos
vestidos de lana suave
que te ven a Ti desnudo
y no corren a abrigarte?
Pero, bien visto,
¿qué importa Si los soldados
reparten entre sí tus vestiduras
llenas de sudor y sangre?
Tienes oh Dios,
una túnica que nadie podrá arrancarte:
la túnica de tu cuerpo
que te tejiera tu Madre
en el telar de su seno
con el lino de su carne.
¡De esa veste,
ni la muerte podrá jamás despojarte!
Mira, Señor,
a mi alma también desnuda y sangrante:
se jugaron a los dados
entre el Demonio y la Carne
mi túnica de la gracia
en frenético aquelarre,
mientras el Mundo miraba
mi angustia sin inmutarse…
¡No me dejaron ni el manto
para cubrir mis maldades!
y, ante los ojos del mundo,
tan crueles y tan cobardes,
ser pecador descubierto
es ser dos veces culpable.
¡Cómo duelen las miradas
que en mí vienen a clavarse!
¡Qué amargas son estas culpas
de ceniza y de vinagre!
¿Y cómo entraré desnudo
a tus festines nupciales?
Si viene el Rey y me mira
me arrojarán a la calle…
Cuando tú subas glorioso,
por los caminos del aire,
revísteme con tu veste de fuego santificante;
revísteme con la túnica inconsútil de tu sangre.
Y así, vestido de Cristo,
ceñido de claridades,
mientras los ángeles cantan
el cantar de los cantares,
iré a hundirme en el regazo
oceánico de tu Padre.
11ª Estación.
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Y golpearás la Roca, y brotará de Ella el agua para que beba el pueblo.
(Ex. 17,6)
Eres la Roca de la luz
con entrañas de agua nueva;
nosotros somos el barro
amasado con tinieblas.
Hay en tus claros abismos
veneros de vida eterna;
nosotros tenemos sed
en nuestras áridas venas.
Nuestra sed es infinita,
nuestra sequedad, tremenda;
el ardor de los desiertos
en nuestras almas llamea.
Espejismos de locura,
en la mente reverberan
y sube un grito de fuego
desde las entrañas secas.
En los íntimos jardines
se requemó la azucena,
y la rosa enamorada,
de sed, ha quedado muerta.
El oro dulce del trigo
vuela al aire hecho pavesas
y las viñas bajo un cielo
de lumbre crujen sedientas…
Así, sin vino, sin rosas,
sin pan y sin azucenas,
y con este fuego oscuro
que se arrastra por las venas,
¿qué vida puede vivirse?
¿Qué muerte será más negra?…
Eres la Roca que guarda
torrentes de vida eterna;
nosotros somos la sed
coagulada de la tierra.
Será preciso que el hombre,
en un rato de demencia taladre
sin compasión la noble Roca serena…
¡Si no podemos vivir,
sí están nuestras almas secas…
Extiende tus pies y manos en cruz
sobre la madera y deja
que nuestros golpes
penetren en tus arterias.
¡Ya sale huyendo tu sangre
a los cauces de la tierra,
en divina transfusión
de tus venas a sus venas!
¡Ya se apagan nuestros fuegos
en estas aguas eternas,
ya vuelve a lanzar la vida
su canción en las arterias!
Cuando en tus miembros exangües
caiga la noche suprema,
un amanecer de lirios
alumbrará las praderas.
Y nacerás repetido en las castas azucenas,
y estarás en cada rosa,
cuando las rosas florezcan,
y cuando el dulce racimo
su jugo en el cáliz vierta,
allí beberán los hombres
sorbos de tu sangre nueva;
y cuando el trigo maduro
se triture entre las piedras,
en cada pan hallaremos
el sabor de tu presencia.
Porque tu sangre ha corrido
por nuestros cauces de tierra;
se eterniza entre los hombres
tu invisible permanencia: ¡
nosotros en Ti vivimos,
Tú vives en nuestras venas!
12ª Estación.
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Me levantaré e iré a mi Padre
(Lc. 15,18)
Vuelve ya a tu casa,
Pródigo el de las manos vacías.
¿A dónde vino a parar
toda tu gloria: divina,
oh mi Dios, encarcelado
en una cárcel de arcilla?
Tú que colmas los abismos
con tu presencia infinita
cabes entre cuatro clavos
y una corona de espinas.
Dejaste el seno del Padre
por el seno de María;
del cielo huiste trayendo
toda tu herencia divina:
la diste a los pecadores
y a las mujeres perdidas.
El mosto de las granadas,
coronó tus sienes limpias
con su locura de fuego
bajo la huerta sombría
y así saliste, embriagado,
por la clara mañanita,
a derrochar tus tesoros
con amor y sin medida.
Tus manos fueron sembrando
su lluvia de rosas finas
en el surco azul del aire
sobre las tierras baldías…
Ya estás ahí, manirroto,
en cruz sobre la colina;
¿qué te queda ya por dar de
tus riquezas divinas?
Por tener las manos rotas
se te quedaron vacías.
Junto a tu Padre,
en la luz inaccesible vivías;
hoy estás entre tinieblas
como una estrella caída.
En tu palacio,
un enjambre de arcángeles te servía;
hoy estás entre mujeres
que lloran y hombres que gritan.
Antes eras el Ungido
con bálsamo de alegría;
hoy navegas en un mar
de tristeza sin orillas.
Dijiste que entre los hombres
vivir era una delicia;
y no hay dolor comparable
a tu tremenda agonía…
¡Pródigo de manos rotas …
y eres la Sabiduría!
Oh Cisne de Dios
que cantas a la muerte presentida:
ya van tus siete palabras
cantando en la lejanía…
¿qué esperas para que salga,
de tu corazón, la vida?
¡Vuelve ya a tu casa,
Pródigo el de las manos heridas!
En su palacio tu Padre,
el Gran Anciano de días,
escrutando los senderos
con sus eternas pupilas,
espera ya tu retorno
por las sendas florecidas.
Las lámparas del Paráclito
orladas de siempre vivas
para iluminar tus pasos
también están encendidas….
Pero, ya sé lo que esperas
para que vuelva tu vida,
por el túnel de la muerte,
a las mansiones divinas:
buscas a quien regalar
tus clavos y tus heridas;
y buscas otra cabeza
para poner tus espinas.
¡Dámelas a mí, Señor,
ansiosos, por recibirlas,
esperan mis pies,
mis manos y mis sienes doloridas!
ante tu suprema dádiva
está mi fe de rodillas.
Yo subiré sobre el monte
al quedar tu cruz vacía,
y dormiré mis ensueños
sobre tu lecho de mirra.
Ahí dejaré que irrumpan
mis cataratas dormidas,
por completar en mi cuerpo
tu pasión interrumpida.
Pero ya vuelve, Dios mío,
a las mansiones divinas.
Vuelve a encender
en los labios de tu Padre, la sonrisa.
Ve a desatar las hogueras,
del Paráclito, cautivas.
Ve a devolver a los cielos
su inextinguible alegría:
¡si todo está consumado,
si ya tienes otra víctima!