Los tiempos de narración
Uno de los factores fundamentales para una buena narración es el tiempo. De la combinación adecuada entre voz, ambiente, espacio, el tiempo donde el autor ubique al lector, dependerá mucho el éxito de la narración (cuento, relato, novela) a pesar de que sea una historia floja o sin tanta trascendencia (el triunfo de un texto no depende de cuánto venda –que eso bien puede radicar en el mercadeo–, sino en el porcentaje de lectores que la consideren memorable).
No es lo mismo la temporalidad en que se desarrolla la historia a la ubicación en el tiempo de la voz narradora. Me refiero a que las palabras en que reflejan el momento (conjugaciones, adverbios y sustantivos) son aplicadas por un narrador (el autor disfrazado) que se ubica en el presente, en el momento en que el lector está revisando el texto. Así, para quien describe las acciones o desarrollo de la trama, los acontecimientos sucedieron, suceden o sucederán. El narrador siempre se ubica en el presente del lector. Eso, aunque evidente, tiene repercusiones en el ánimo de quien revisa el texto. Pero también es una estrategia, pues el mismo lector podría recurrir veinte años después al mismo documento y el narrador lo seguirá ubicando en el presente con mirada hacia el pasado, presente o futuro, cuando se desarrolla la trama.
De las tres alternativas temporales, el pasado es el más recomendable. Bien pueden lograrse excelentes textos en futuro o en presente. No obstante, el pasado es el más adecuado. El presente es muy difícil de sostener porque un narrador testigo o protagonista es imposible que describa lo que sucede porque está sufriendo o impactado por los acontecimientos. Y, por otra parte, describir usando conjugaciones futuras hace que el lector sienta el contenido muy improbable. Ahora, no es lo mismo un texto futurista al tiempo de narración. En ellas, las aventuras ya sucedieron en el futuro y por lo tanto recurren a verbos en pasado.
Gramaticalmente, hay muchos tiempos en español. Cada uno tiene la función de ubicar más cerca o más alejado un hecho. El pretérito pluscuamperfecto del indicativo, por ejemplo, es el pasado más remoto porque toma como referencia a otro pasado. El copretérito o pretérito imperfecto es un tiempo que requiere de referencias para ubicarse. Su mejor expresión es cuando se hace coexistente con otras acciones también en pasado. Por ello, a juicio de Mario Vargas Llosa (Cartas a un joven novelista) es la más útil de las conjugaciones porque da continuidad y se hace coexistente con otros acontecimientos de la trama. El pretérito simple es el más contundente de los pasados. Es determinante en lo que enuncia (dijo, cayó, disparó), pero requiere de mayor número de palabras para su ubicación (hace un instante, ayer, hace mucho). En tanto que el antepresente o pretérito perfecto es un hecho pasado muy cercano –temporal o afectivamente– al presente: «He cenado muy rico».
La filóloga granadina Carmen Amores dice del copretérito que no es un tiempo muerto, porque te hace revivir y matizar el pasado.
