El verbo es la única palabra del idioma que puede hacer una oración completa en nuestra lengua. Por ello es el más importante de los vocablos. Es decir, es el único capaz de formar un enunciado con sentido total. Cuando decimos «¡corre!» se comprende absolutamente la intención, se trasmite a plenitud el mensaje, lo que no pasa con otras categorías gramaticales. Cierto es que las oraciones unimembres con otras categorías gramaticales lo logran (como los adverbios ‘sí’ o ‘no’); pero estos siempre dependen de un contexto o un antecedente. Sin esa condición son incomprensibles. En tanto, el verbo por sí mismo –sin contexto o antecedente– es capaz de hacer llegar la idea total, completa.

En los idiomas procedentes del latín, a las conjugaciones se añade la terminación propia de una persona específica (yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos), tiempo en que se ejecuta la acción (pasado, presente, futuro), acorde a una modalidad (sin lugar a dudas –indicativo–, eventual, posible –subjuntivo– o pedimento –imperativo–).

Pero no en todos los idiomas sucede lo mismo. En el inglés, por ejemplo (el más difundido, por motivos comerciales), el verbo en presente permanece inalterable en todas las personas, con excepción de la tercera (él, ella, eso; se le añade -s / -es). De ahí que siempre deba estar acompañado de una persona gramatical (para saber quién realiza, realizó o realizará la acción). En el futuro también queda inalterable y solo mediante un auxiliar se sabe del tiempo.

En español los verbos, acorde a su construcción, se clasifican en regulares e irregulares. Los primeros son aquellos que su raíz permanece sin modificar. Esto se refiere a que la primera parte permanece inalterable y la terminación cambia acorde a persona, tiempo y modo. El verbo usado por las Academias como modelo de esta característica es «amar». En todos sus tiempos y personas, siempre empieza por am-. Después, el final se modifica acorde a persona (am-o, am-as, am-a, am-amos, etc.) y tanto tiempo como modo (am-aste, am-arías, am-a).

Con los verbos irregulares se complica el asunto porque las Academias recogen 59 modelos de conjugación (más tres ejemplos de regulares, son los 62 que se publican en la ‘Gramática’). Se le llama modelo porque hay otros muchos verbos que se comportan idéntico al modelo (introducen sonidos que en el infinitivo no estaban: venir/vine, contar/cuento; o cambian radicalmente: ser/fui, caber/quepo).

En las conjugaciones temporales se presentan tiempos simples y compuestos. Los simples son a los que me he referido en los párrafos anteriores. Los compuestos usan un verbo auxiliar (aunque el preferente es ‘haber’, también otros se usan para describir la acción). En este último caso, la persona y tiempo los asume el verbo auxiliar.

Hasta aquí me he referido a los verbos de forma personal, pero los verbos también hay formas no personales: infinitivo (cuando el verbo no está conjugado); participio (terminaciones -ado / -ido en regulares y -to, -so, -cho en irregulares). Los tiempos compuestos con ‘haber’ presentan participio en el verbo principal. Y solo tres verbos en español tienen doble participio.

sorianovalencia@hotmail.com

 

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