Desde siglos atrás hay muros que nos separa de nuestros vecinos. El más destacado es… el idioma. Muchos saltan ese muro al aprender el idioma del otro. Eso refleja el interés y voluntad de entendimiento. Pero de manera informal, hay una fuerte influencia. Esto no ha sido en un solo sentido: es en ambos. Múltiples vocablos del español influyen al inglés. De forma cotidiana, entre norteamericanos es normal (no solo en la frontera) despedirse con la frase «Hasta la vista, amigo»; en tanto que por aquí cientos de anglicismos usamos cotidianamente (Ok, troka, pans, clóset o sándwinch).

El problema es que de ninguno lado de la frontera se usa el idioma del otro correctamente. Los usos aislados, incorporados arbitrariamente, ni son un idioma, ni es el otro. Es decir, que las mezclas desordenadas, sin el estudio formal o concienzudo, no rompen barreras… las acrecientan.

Por ejemplo, si un contingente de personas de ambas nacionalidades (sin equipamiento especial) fueran por un camino en el que hubiere un puente en malas condiciones, los mexicanos se atreverían a cruzarlo mientras que los norteamericanos, solo los más osados.

Los observadores podrían especular que eso se debe a un factor cultural. Y de alguna manera es cierto… porque el lenguaje entra en ese concepto. Es decir, que la reacción cultural no se limita, al menos en este caso, al estilo de vida (infraestructura mejor cuidada entre norteamericanos). Se debe a que los mexicanos confiarían más en un puente solo porque ese vocablo es masculino (el puente) y en inglés (bridge), no tiene género.

Lo anterior lo descubrió un investigador norteamericano de ascendencia japonesa, de la Universidad de California. Los estudios de Toshi Conishi pusieron de manifiesto este detalle, que –completa la información– incluía la reacción de los alemanes (en rotundo, estos últimos se negaron pues la palabra alemana brücke es femenina). Los mexicanos confiaron más porque el género masculino refleja o conceptúa fuerza; los norteamericanos, sin un concepto mental así, pues les era más o menos indistinto; pero los alemanes, ante el género femenino, desconfiaron de la solidez.

Lo anterior comprueba que el idioma es toda una barrera entre grupos humanos. La lengua genera un concepto de realidad distinto.  Por ello, solo quien domina otra lengua podría comprender a cabalidad otra cultura.

Hablar otro idioma –incluso, otra variedad del mismo español, como lo es el argentino o el de España–, permite entender y conocer mucha de la forma de pensar de otros lugares.

Los idiomas son muros cuando no hay la intención de aprender otros idiomas. Pero aprender otra lengua hace formar puentes para la comprensión entre pueblos.

Hoy que el mundo está cambiando a pasos agigantados, es una oportunidad aprender idiomas de todas las partes del planeta. Se acercan cambios que dará oportunidades a quienes sepan vincularse con mayor número de personas.

sorianovalencia@hotmail.com

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