Último adiós al Papa. Filas bajo el sol, oraciones y agradecimientos

Una vista de la Basílica desde Vía de la Conciliación (AFP or licensors).
Entre lágrimas y largas esperas en las filas, miles de fieles abarrotaron la Vía de la Conciliación y la Plaza de San Pedro para dar el último adiós a Francisco en la Basílica Vaticana. «Para mí era un acto de deber venir a despedirme de un Pontífice que me ha transmitido tanto». «Me llamó la atención que siempre tenía una sonrisa en la cara, incluso cuando estaba enfermo».
Isabella H. de Carvalho y Daniele Piccini
Ciudad del Vaticano 24 de abril de 2025.- Una larga corriente de personas desciende lentamente por la nave central de la basílica de San Pedro para despedir a Francisco, cuyo cuerpo ha sido trasladado el miércoles por la mañana desde la Casa Santa Marta.
Hay fieles de todo el mundo, con expresiones de expectación, los ojos cerrados en oración y lágrimas que corren por sus rostros. Hay silencio a pesar de la multitud de mujeres y hombres de todas las edades y nacionalidades.
Algunos permanecen largo rato arrodillados ante las sillas colocadas cerca del féretro abierto del Pontífice. Otros rezan en silencio, pasando las cuentas del rosario por los dedos, como el que ahora mantiene juntas las manos de Francisco.
Un hombre se acerca al féretro, con una niña en brazos, hablándole al oído, mientras ella fija su mirada en Bergoglio. Mientras tanto, los gendarmes hacen entrar a un grupo de ancianos y discapacitados. Una señora de pelo corto y blanco se seca las lágrimas con un pañuelo mientras se agarra al brazo de su acompañante.
El último adiós al Papa
Vive en Roma pero es de origen apuliano, el hombre que acaba de dar su último adiós al Papa y aún no ha superado la tormenta de los sentimientos. Se llama Francesco. «Hoy -dice con lágrimas en los ojos- para mí era un deber venir a despedirme de un Pontífice que me ha transmitido tanto. Siempre tengo presente la palabra misericordia que él nos enseñó. Sólo a través de la misericordia podemos vivir una vida serena, ayudando al prójimo». Tenía ganas de pasar a saludar al Papa antes de visitar a sus ancianos padres en Apulia. «Aprecié mucho sus batallas por el desarme y por la acogida de los migrantes. Luchó contra la guerra. Espero que ahora las grandes potencias escuchen su mensaje, hasta ahora desoído», concluye.
Un Papa que me enseñó la misericordia
Marius Krishan, teólogo ortodoxo rumano que estudió en el Pontificio Instituto Oriental entre 2014 y 2018, también quiso saludar a Francisco por última vez. Por eso vino en peregrinación desde Rumanía. «El Papa fue el pontífice de mi experiencia ecuménica. Quería venir expresamente a Roma para saludarle. Para la Iglesia ortodoxa, tenía una importancia extraordinaria», cuenta Marius. «Le regaló al Patriarca Bartolomé las reliquias de San Pedro, las que estaban en la capilla privada de Pablo VI. Visitó Rumanía, en Sibiu y Bucarest. Se reunió con nuestro Patriarca Daniel y con la nueva Catedral de la Salvación del Pueblo. También visitó la catedral greco-católica, donde beatificó a los mártires rumanos que sufrieron durante el comunismo. Como teólogo ortodoxo, no podía dejar de ir a saludarle», añade.
La sonrisa que impactó a una joven
La jovencísima Miriam, de apenas 14 años, guardará en su corazón la sonrisa del anciano obispo de Roma. «Ante su tumba sentí que había terminado una época. Yo, por mi edad, sólo he conocido a Francisco como Papa. Así que todo me parece extraño. Aún no me he dado cuenta de que ha muerto», explica emocionada. «Me considero muy afortunada por haber podido venir a verle. De todo su pontificado, me llamó la atención que siempre tenía una sonrisa en la cara, incluso cuando estaba enfermo».
La sencillez de Francisco
Annamaria Capasso, de Nápoles, vive en Roma desde 2013, el año en que Bergoglio fue elegido. «Es un Pontífice que nos ha dejado emociones fuertes por todo lo que ha hecho. Cuando le vi abrazar a una persona frágil, me emocioné», confiesa. «Sólo pude quedarme unos segundos, pero fue muy emotivo. Siempre me impresionó su sencillez. Incluso los mensajes difíciles que daba -por ejemplo, el llamamiento a acoger a los migrantes-, pronunciados desde un corazón puro como el suyo, resultan más fáciles de llegar».