Sin bien o mal en el idioma
Ansina se dice y ansina se escribe (2016) es el título de un libro no muy popular de Daniel Escorza Rodríguez. Y es una lástima su falta de popularidad pues se trata de un documento que incide en la eterna lucha de qué es lo bueno y qué lo malo en el idioma. Una profunda reflexión sobre el habla popular, que en momentos (o en algunos párrafos, para ser más exacto) lleva a la risa. Desde luego, no a una risa de burla o de desaprobación, sino producto del contrasentido al estropear algo que se pretendió arreglar.
La risa, nos revela Freud, aparece cuando los seres humanos descubrimos lo absurdo de una situación. Y, en este marco, ¿por qué exigir palabras diferentes a quien se comunica con eficiencia mediante vocablos que los academicistas persiguen? El resultado sería que no lograría expresar sus ideas por llenarle de términos considerados «correctos». Es decir, el supuesto de «bien hablar» haría que no se pudiera entender en su ámbito.
¿Quién habla bien?, ¿quién habla mal? Lo bueno y lo malo no son parte de la terminología científica. Esas voces pertenecen al ámbito de la moralidad. Y la moral es tan amplia como debatible. En esa esfera cada cual está convencido de su propia perspectiva y descalifica la que no coincide. Y si en ese sentido concuerda un amplio conjunto, entonces los no coincidentes estarán calificados de incorrectos.
La historia está llena de esos ejemplos, que en algunos casos llegaron a extremos como atentar contra la vida, como el caso de Hepatia de Alejandría (siglos después de su linchamiento se comprobaría que sus postulados eran correctos… pero no contaban con la simpatía general).
Por ello, desde un punto de vista científico, si ansina se expresa alguien y los demás lo comprenden a cabalidad, ansina está bien.
Entonces, ¿cuál es el papel o postura de los académicos? Solo recomendar lo mayoritario. Que la gente entiende si se le dice lenguaje woke (esta última palabra es un anglicismo que se refiere a la forma de expresión que busca ser respetuosa y consciente de temas sociales y políticos como el racismo, la discriminación, la diversidad sexual, la equidad de sexos, los derechos humanos, la justicia social y la inclusión), pues que lo use… pero no es lo recomendado. Esto último debido a que el grupo objetivo comprenderá; pero si es de difusión masiva, la mayoría quedará sin enterarse a cabalidad.
Cada año, las academias de la Lengua (lo comenté ya casi para finalizar el año anterior en este mismo espacio) revisan los vocablos (voces, palabras o términos) que se han popularizado, independiente de su procedencia (otras lenguas) o su cuño (podrían ser inventadas, incluso fuera de los cánones constructivos del idioma). Si los adoptó la mayoría, se recogen en el diccionario (espóiler ya aparece; mientras que woke, no). Y no es un trabajo de mera apreciación, es una actividad desarrollada por cada academia (31 en igual número de países), lo que aproxima la comprensión general, aunque no en casos aislados.
Ansina es el idioma.