Puntuación inusual
La escritura debe adecuarse a las necesidades expresivas de los hablantes. No debe ser al revés porque entonces dejaría de cumplir con su función. Las reglas de escritura, al igual que el lenguaje, son producto de la evolución social. Casos muy aislados y puntuales han sido aportaciones académicas. La presencia y modalidades de la puntuación han aparecido por la necesidad misma de reflejar con mayor exactitud la forma de hablar.
Desafortunadamente, a veces se enseña de forma rígida el uso de los signos de puntuación. Ello conlleva a que algunas modalidades actuales –recuperadas por las Academias de la lengua– parezcan fuera de norma.
De los signos de admiración y de interrogación se suele registrar uno solo al inicio y al fin de una oración o una exclamación. Sin embargo, el Diccionario panhispánico de dudas da cabida a su combinación y registro de más de uno de los de admiración. Me refiero a que no sería lo mismo enunciar «¿qué?» a «¡¿qué?!». En el primero se comprende que es simplemente una interrogación, que podría emitirse con el mismo nivel de tono de una conversación. Pero la segunda, a la interrogación se añade sorpresa con los signos de admiración y, por tanto, se emitiría con mayor intensidad. Este matiz refleja de mejor forma lo cotidiano, que extrañamente está exento de modulación.
Otra forma admitida por las Academias para reflejar la misma intensidad del ejemplo anterior es iniciar por algún signo y cerrar con el otro: «¿qué!» o «¡qué?». Con estas tres fórmulas se da matiz diferente a la interrogación.
Ahora, para acrecentar la exclamación, también está la opción de repetir hasta tres veces el signo de admiración. No es lo mismo un simple «no» a un más rotundo «¡no!»; ni a un «¡¡¡no!!!» que ha incrementado el nivel exclamativo.
Antes del sistema de mensajería, intercambiábamos chiste o bromas mediante correo electrónico. Cuando en el asunto se incluía una pregunta o duda, se finalizaba con una larga hilera de signos de interrogación o exclamación de cierre. Francamente, era absurdo. Lo largo de la sucesión aportaba la intensidad. Pero ¿qué diferencia habría entre registrar 17 en vez de 52? Ninguna. Solo fue dejar la tecla presionada. Por ello, para la ortografía con tres es suficiente (también pueden ser dos).
Un uso más conocido, pero igual de poco aplicado son los signos de interrogación y exclamación entre paréntesis. En ambos casos expresan un sentido externo a la oración. Si alguien escribe «Cumple 40 años (?)», refleja duda sobre los años alcanzados. Es decir, no duda del onomástico; se desconoce la cantidad de años. La diferencia que otorga los paréntesis es que no pregunta al interlocutor, simplemente duda del dato. Si la incertidumbre es mayor, se incluyen ambos –apertura y cierre– y no varios signos de cierre.
Ahora, si en esa misma oración en el paréntesis aparece un signo de admiración (si es uno, solo debe ser el de cierre), entonces causa admiración el dato: «Cumple 40 años (!) y se ve tan jovencillo». Por supuesto si la sorpresa es mayor, el de apertura y cierre.