Noticias y un relato de Guanajuato en 1925

Vidaurri 1925 Guanajuato 1 panorámica

José Eduardo Vidaurri Aréchiga.

Cronista municipal de Guanajuato.

A partir de 1917 se vivió en México una etapa de consolidación revolucionaria que se caracterizó, principalmente, por las luchas por el poder entre caudillos y caciques que enarbolaban, unos y otros, la idea de poner en práctica los denominados logros de la revolución mexicana, de este periodo destacan el reparto agrario y la educación por referir solo dos.

En 1920 triunfó en las elecciones presidenciales Álvaro Obregón para el periodo 1920-1924 y conformó alianzas con las organizaciones populares, las de obreros y las de campesinos. A partir de entonces se definieron en el estado de Guanajuato al menos dos grupos políticos, la Confederación de Partidos Revolucionarios Guanajuatenses que fueron liderados por Antonio Madrazo y Enrique Colunga, la otra organización política fue el Partido Laborista Guanajuatense liderada por el general Celestino Gasca y por Melchor Ortega.

Ambos grupos procuraron impulsar una política de concordia y conciliación en el escenario complejo que representaban los años veinte del siglo XX en el marco de las confrontaciones y caudillos, aunque pocos años después, en 1927, los “verdes” de la Confederación de Partidos Revolucionarios y, los “rojos” del Partido Laborista Guanajuatense se enfrentaron en las elecciones de 1927.

En 1925 el gobernador del Estado de Guanajuato fue el celayense Enrique Colunga, un notable abogado egresado del Colegio del Estado que había sido gobernador provisional, con muchas intermitencias, en 1920 y que luego resultó electo para ser gobernador Constitucional para el periodo de 1923 a 1927 que desempeñó con intermitencias, en sus ausencias el cargo de gobernador lo desempeñaron personajes como Ignacio García Téllez, Enrique Romero Courtade, Jesús Soto y Arturo Sierra. En noviembre de 1924 el gobernador Enrique Colunga regresó a la gubernatura y aunque tuvo breves ausencias fue el gobernador del Estado en 1925.

A principios del año estuvo en la ciudad el general de Brigada Claudio Fox, sonorense constitucionalista y aliado de Álvaro Obregón y de Plutarco Elías Calles que venía acompañado de parte de su estado mayor y, durante su estancia informó el periódico “El Noticioso”, mantuvo varias reuniones entre las que destacó una con los integrantes de las logias masónicas.

Enrique Colunga. Gobernador del Estado en 1925.

 

La población estatal en 1925 era de aproximadamente 900 mil habitantes que vivían en un ambiente de incertidumbre por los levantamientos que recién habían ocurrido en 1924 además de otros problemas sanitarios como las epidemias de viruela y tosferina. En el ámbito educativo la entidad presentaba un retraso importante por la falta de recursos económicos, salarios bajos y métodos pedagógicos atrasados; la mayoría de las escuelas operaban en casas particulares y se carecía de infraestructura para construir escuelas propias del gobierno, la construcción de infraestructura costaría un millón de pesos aproximadamente, lo que representaba algo cercano a la mitad de los ingresos anuales del gobierno.

En abril The Guanajuato Reduction and Mines Co; anunciaba el paro de labores a partir del 18 de mayo situación que generó inquietud por el gran número de desempleados que ocasionaría en una época en la que predominaba la incertidumbre económica de los habitantes de esta ciudad minera. Fue en junio cuando el gobernador Enrique Colunga se reunió con autoridades y empresarios mineros para encontrar una solución al paro de la minera y continuar las labores sin afectar a decenas de trabajadores.

En septiembre de 1925 el gobernador informaba que se habían presentado algunos disturbios en Dolores Hidalgo, en San Felipe y en San Diego de la Unión que fueron rápidamente sofocados. Refirió también que algunos procesos electorales fueron anulados en seis municipios: León, Huanímaro, San Luis de La Paz, Santiago Maravatío y Victoria. Otro punto álgido, ya en 1925, era la creciente tensión en las relaciones Iglesia-Estado a nivel federal y las repercusiones que también se reflejaban en la entidad a pesar del reconocimiento del gobierno de la fuerza del catolicismo en la entidad.

Lo anterior nos permite inferir que la situación de Guanajuato en 1925 era crítica, múltiples sucesos generaban confusión entre la sociedad, la economía no marchaba del todo bien y era complicado recaudar los impuestos porque la industria, el campo y el comercio atravesaban por un mal momento productivo. Con todo se lograron algunos avances en materia de mantenimiento del Teatro Juárez, la ampliación de la red de alumbrado público, el mejoramiento del Jardín Morelos en nuestra ciudad capital.

Fragmento de un billete mexicano de 1925

En ese contexto surgió una generación de políticos que luego destacarían en múltiples ámbitos de la esfera gubernamental: Agustín Arroyo Ch. Ignacio García Téllez, José López Lira, David Ayala, Enrique Hernández Álvarez, Enrique Romero Courtade, Enrique Fernández Martínez, Jesús Yáñez, Juan Abascal, Juan Bautista Castelazo, Arturo Sierra Madrigal, Manuel Mendoza Albarrán, Enrique Romero Ceballos y otros más jóvenes como Federico Medrano, Nicéforo Guerrero (hijo), José Aguilar y Maya, Octavio Mendoza, Luis I. Rodríguez, Ramón V. Santoyo por referir algunos de arraigada tradición liberal.

En Guanajuato capital la situación no era tan diferente, la población total del municipio se estima en 18,000 habitantes, un número verdaderamente contrastante con los más de 80,000 que había a principios del siglo en 1900. La cifra es un estimado promedio de acuerdo con los resultados del 2º y el 3º censo. La tendencia demográfica apuntaba al descenso poblacional en la ciudad.

El Dr. Enrique Romero era el presidente municipal de Guanajuato en 1925 y buscó por todos los medios mejorar las condiciones de vida de los capitalinos ante la crítica situación económica que se vivía. La Banda de Música del Estado bajo la dirección del maestro Julián Espinoza ofrecía las tradicionales serenatas y acompañaba los eventos cívicos más relevantes fortaleciendo así el proyecto educativo en la entidad, a mediados de año la banda tuvo un nuevo director, el maestro José González Caballero, la banda continuó sus actividades amenizando eventos deportivos como partidos de fútbol y tenis y otros festivales deportivos.

Los principales problemas en materia de salud pública, además de las epidemias ya referidas, derivaban de la mala calidad del agua y de la casi nula infraestructura de drenaje. Las autoridades hacían importantes esfuerzos con brigadas sanitarias para frenar los brotes de enfermedades en la ciudad.

Fue también el alcalde, Dr. Enrique Romero, quien impulsó la creación de un comité para la reconstrucción del Teatro de Guanajuato o Teatro Principal que había sido devastado por un incendio, justo el 24 de enero de 1921, pues en 1925 al Dr. Romero convocó en julio a un grupo de guanajuatenses que crearon el “Comité Pro-Teatro Principal” entre ellos estaban el Ing. Manuel G. Aranda, Arturo Sierra, Mauro Visoso, Juan B. Escoto, Amado López y Hubert C. Field. El Comité habló de los recursos necesarios y de los medios para conseguirlos, como una lotería y otras actividades, pero la reconstrucción no se logró sino hasta años después.

A pesar de la difícil situación se llevaron a cabo las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla, la reina en 1925 fue la señorita Raquel Domínguez luego de haber obtenido 4,913 votos en su favor. La coronación que ocurrió el día 23 estuvo a cargo del gobernador del estado Enrique Colunga. También se celebró con entusiasmo la fiesta del Día de la Cueva en honor de San Ignacio de Loyola, patrono protector de la ciudad. Las fiestas patrias estuvieron a cargo del Comité integrado por el presidente municipal Enrique J. Romero, por Juan B. Escoto, Enrique Goerne, Francisco Ávila, Luis Guerrero, Francisco Salgado y Eduardo Cruces. Las fiestas del Patrocinio de la Virgen también se desarrollaron con entusiasmo y fueron organizadas por el señor cura Nicolás Muñoz y con la presencia del excelentísimo Obispo de León Emeterio Valverde y Téllez

Una visita memorable de 1925 fue la que hizo en octubre la famosa cantante y actriz de cine Enriqueta Ramírez Verastegui conocida popularmente como Ligia de Golconda. Ella comenzó su carrera como cantante de canciones picantes y sarcásticas, luego incursionó en el cine mudo y fue la primera actriz mexicana que obtuvo un papel protagónico en Hollywood. Ella era originaria de Rioverde, San Luis Potosí. Su visita causo revuelo en la ciudad.

La cantante y actriz Enriqueta Ramírez Verástegui

 

Los mineros y trabajadores de todos los ramos disipaban sus problemas entre tragos y diversión, la prostitución representaba un tema preocupante para las autoridades y se ejercía mediante un control sanitario y la revisión periódica que se hacía en el antiguo hospital de Belén, también las trabajadoras sexuales eran obligadas a tener un comportamiento adecuado que era vigilado por la policía. Los prostíbulos, las cantinas y las casas de asignación eran los lugares donde se ejercía la prostitución y de esa época han quedado aislados testimonios de “El Escape” que se ubicaba en la Avenida Juárez, “La Simpatía” que estaba en la Cañada de Robles y “Los Gallitos” lugares en donde el alcohol, la música y el baile “ayudaban a los trabajadores a “disipar” o “evadir” sus problemas.

Pero, veamos cómo era Guanajuato en 1925, hace 100 años, a través de la mirada de un viajero. Everett Gee Jackson (1900-1995), un pintor estadounidense que viajó por diversas ciudades de México desde 1923 y decidió vivir una temporada que se extendió por cuatro años en la ciudad de México para seguir viajando por el territorio nacional.

Everett Gee Jackson adquirió un gran prestigio como pintor impresionista principalmente por sus paisajes de Mexico y del Sur de California. Fue influenciado fuertemente por Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Entre muchas ciudades pasó por Guadalajara, por Oaxaca y por supuesto nuestro Guanajuato.

Además de pintar Everett escribió un libro titulado Burros and Paintbrushes que podríamos traducir libremente como “De Burros y Pinceles”, en donde incluyó un relato sobre su estancia en Guanajuato en 1925. Integramos a continuación un fragmento de su experiencia donde nos habla de los típicos tranvías de mulitas que servían como principal medio de trasporte público desde mediados del siglo XIX y de los cuáles hemos platicado ya. Nos da también la impresión que le causó la presencia de extranjeros no turistas, de la belleza de las mujeres y de lo maravillado que quedó con la forma y arquitectura de la ciudad.

También escribió sobre un misterioso personaje, Luke Short, que les platicó sus sueños con las momias y del carácter platicador de los guanajuateños, pero dejemos un fragmento de su relato:

…“En 1925, los tranvías que iban desde la Plaza de la Unión hasta la presa (represa construida por la ciudad) eran tirados por un número de pequeñas mulas. A los animalitos les debió costar mucho tirar de los tranvías colina arriba, sobre todo porque las calles estaban pavimentadas con adoquines resbaladizos. Pero en el descenso, el problema de las mulas era evitar ser atropelladas por ese objeto que tanto habían luchado por levantar y al que todavía estaban unidas.

Después de que las mulas arrastraron el vehículo con todas sus fuerzas por aquella calle empinada, estrecha y sinuosa, el tranvía pareció agradecerlo persiguiendo a las pequeñas criaturas hasta la plaza. El ruido creado por estos animales corriendo locamente para adelantarse al tranvía que retumbaba detrás de ellos fue muy afortunado, ya que sirvió como advertencia para cualquiera que en ese momento pudiera estar caminando por un segmento estrecho de la calle. Esos peatones sabían que debían regresar a donde la calle era un poco más ancha que el tranvía o de lo contrario correrían el riesgo de ser aplastados en una forma similar a las antiguas figurillas prehispánicas encontradas en la zona.

A mediados de los años veinte no había turistas estadounidenses en Guanajuato. Los pocos americanos que había allí ciertamente no eran turistas. El “turismo” no formaba parte de la economía. Algunos de los americanos de Guanajuato se habían convertido en maridos de mujeres mexicanas, cuya belleza en aquel lugar me parecía inevitable. Hubiera sido extraño no encontrar mujeres hermosas en una ciudad encantada. Algunas de las mujeres indias eran la esencia de la gracia mientras se movían silenciosamente por esas calles mágicas y, a menudo, veíamos a una dama de ascendencia y cultura española cuya apariencia era impresionante.

El efecto dominante de la belleza en Guanajuato, sin embargo, provino de sus calles, con sus espacios sorprendentes, y de los numerosos edificios coloniales que las bordeaban. Caminar por esas calles en un día soleado y luminoso era como escuchar la música de Chopin con los ojos. Más que eso, era como estar entre las notas musicales de Chopin, entrando y saliendo entre todas las notas y patrones musicales. Estaba pensando en esto una mañana cuando de repente apareció frente a mí, enmarcado en una media puerta, un hombre cuyo efecto visual era tan incongruente en ese entorno como lo sería el croar de una rana toro en medio de un vals de Chopin.

El nombre de este hombre era Luke Short, y si no se había “convertido en nativo”, debe haber sido por la misma razón que un avestruz nunca podría aspirar a convertirse en nativo en una comunidad de canarios. Su esposa era mexicana y tenía hijos de un matrimonio anterior que eran mexicanos. Su familia mexicana lo había tomado en serio. Cuando todos iban en grupo a la pista de patinaje para sentarse y observar a los jóvenes patinar en patines, era evidente que Luke Short era un miembro genuino de la familia, pero todavía parecía un avestruz sentado entre una bandada. de canarios. Pudo haber sido esta incongruencia visual la que le provocó ciertos sueños extraños, que a menudo me describía mientras estábamos sentados en la plaza. El de las momias fue el que más me impresionó.

En una sala subterránea con poca luz en el Panteón de Guanajuato, el cementerio local, se podía ver un gran grupo de aterradoras momias. No sabía por qué estaban allí esas momias, pero había oído hablar de ellas y Lowelito y yo fuimos a verlas. Luke Short nos había hablado de ellos, debido a los extraños sueños que decía que seguía teniendo. No dijo cuántas veces Luke Short había visto las momias, pero para apreciar su sueño uno debería haberlas visto al menos una vez. Estaban colocados en largas filas en estantes bajos en un estrecho pasillo subterráneo, de modo que cuando caminabas entre ellos parecían estar mirándote. Algunos de ellos todavía tenían fragmentos de ropa colgando aquí y allá alrededor de sus cuerpos secos, y el efecto general era tan macabro que no podía entender por qué alguien querría hacer un segundo viaje para verlos.

En el sueño de Luke Short, le habían asignado la tarea de alimentar a esas momias con leche de un biberón con una tetina de goma. Dijo que en su sueño había tenido que alimentar a todos y cada uno de ellos a la fuerza. Echarían la cabeza hacia atrás y resistirían durante todo el camino.

Tal vez resultaría aburrido contar todas las personas que conocimos en Guanajuato, pues su número parece interminable a pesar de que nos esforzamos en no conocer gente en absoluto. El México que nos interesaba se limitaba a lo visible. Nos hubiera ido mejor que los habitantes de Guanajuato fueran sordos y mudos, tan silenciosos como la arquitectura, las montañas, la luz del sol y el cielo azul. Nos habría convenido aún más si, al mismo tiempo, hubiésemos podido ser invisibles.

La verdad es que en México uno puede aprender todo lo que es capaz de digerir simplemente mediante la observación y sin ayuda de comentario verbal de ningún tipo. Pero a pesar de nuestra falta de interés por las personalidades, no había forma de escapar de ellas. Se nos revelaron de la misma manera irresistible en que los sueños se introducen en la mente durante el sueño.

Así fue el Guanajuato de hace 100 años. La información de Everett Gee Jackson fue obtenida de: From Burros and Paintbrushes, Editado por Texas A&M Press (1985). También se consultaron obras de los siguientes autores para documentar esta crónica: Manuel M. Moreno. Alfredo Pérez Bolde. Guadalupe Valencia García. Luis Miguel Rionda. José Javier Álvarez Rincón.

 

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