Los tiempos de Claudia Sheinbaum y los tiempos de AMLO

Rubén Rocha Moya y Andy López

Rubén Rocha Moya y Andy López.

José Luis Camacho Acevedo

Casi termina la semana y el tema recurrente de los analistas, sobre todo la que toman como prioridad los profesionales del catastrofismo, sigue siendo la pregunta ¿hasta cuándo Claudia Sheinbaum dará un golpe de timón definitivo para demostrar su plena independencia de Andrés Manuel López Obrador?

Los personajes que siguen representando la corrupción perpetrada en el sexenio pasado por muy diferentes modos y maneras, siguen siendo los mismos.

La cartelera de los pillos del sexenio pasado la sigue encabezando Andy López Beltrán.

Pero aparecen nombres ligados a Adán Augusto López y su ex secretario de seguridad Hernán Bermúdez Requena.

Ex directores de aduanas como Ricardo Peralta y Horacio Duarte; los sobrinos del ex secretario de Marina; o los señalados por Raymundo Riva Palacio como Sergio Carmona, Mario Delgado y dos gobernadores que no pueden ser otros que Rubén Rocha Moya y Américo Villarreal.

Asegura el columnista:

La línea sobre la cual camina la presidenta es sumamente delgada. Si bien existen las presiones de Washington, con un énfasis en que no se proteja al senador López Hernández –su principal objetivo en la actualidad–, también hay la creencia en Palacio Nacional de que es importante hacer un control de daños en México, sin ceder ante las pretensiones de Estados Unidos, porque se trata de un tema de gobernabilidad, y que una mala administración de este problema no termine cayendo al gobierno actual la corrupción y el involucramiento en delitos propios del crimen organizado, que fue del anterior.”

Todos los titulares del poder ejecutivo en México, cargan con el peso de los errores de sus antecesores.

Claudia Sheinbaum no puede ser la excepción de esa regla.

Está claro que la presidenta tiene sus tiempos de deslinde total con el pasado bien definidos. Todavía están agitadas las aguas que dejó la solución de las candidaturas recientes. Desde la ´presidencial hasta la de legisladores, gobernadores y alcaldes.

Un ejemplo de que Sheinbaum lleva soportando acciones cometidas por actores políticos, muchos de los cuales no le son completamente leales.

Es por demás evidente que la jefa de gobierno de la CDMX dedica mucha parte de su tiempo a preparar su eventual candidatura presidencial para el 2030.

Mientras ello ocurre la capital del país está punto menos que en el desorden total.

Apunta Salvador Camarena sobre “la popularidad” de Clara Brugada.

“EL FINANCIERO publicó ayer que Clara Brugada, con un año al frente (es un decir) de la CDMX, tiene 64 puntos de aprobación. La encuesta fue levantada del 24 al 28 de septiembre, ergo no incluye su inoperancia el 2 de octubre (con policías golpeados o quemados en la marcha).”

Todo parece que los que se han inscrito por sus pistolas en la llamada sucesión presidencial adelantada tienen tiempos políticos muy diferentes a los de la presidenta Claudia Sheinbaum.

Pero las reglas no escritas del juego de ña sucesión presidencial mexicana, señalan con claridad que primero deberán cumplirse los tiempos de movilidad, por supervivencia y personal protección, de Andrés Manuel López Obrador.

Una vez cumplidos esos tiempos, el margen de maniobra de Claudia Sheinbaum no será solo el de su capacidad para negociar con Donald Trump, sino para ejecutar un modo de conducción política totalmente suyo.

Y no falta mucho para que esas épocas lleguen.

 

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