Etimología
El vocablo ‘etimología’ significa «origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación». Su propósito no es solo despertar curiosidad, asombro o regocijo. Lo que busca esta parte de la gramática es que las personas capten, conciban, definan mentalmente (extensión y límites) un objeto o circunstancia. De esta forma se logra una noción o juicio para reconocer mejor un aspecto de la realidad. Por supuesto, conceptuar así algo, permite un mejor desempeño social. Al descubrir historias y secretos, se establecen nexos con la cotidianeidad y ello ayuda a estrechar lazos entre las personas y la lengua (Gardey Pérez, Definición de etimología, 2009). Es decir, se debe rebasar la simple información de «‘etimología’ viene del latín etymologĭa, que a su vez es herencia del griego ἐτυμολογία».
La etimología se vale de la composición, historia y genealogía para hacer saber las razones para que un vocablo tenga determinada estructura, ortografía y se use en uno u otro sentido. Sabido ello es menos probable cometer una falta ortográfica o usarla inapropiadamente.
Ejemplifico con las palabras ‘huevos’ y ‘uebos’. Ambas se pronuncian exactamente igual (homófonas). La primera procede etimológicamente de un objeto oval. Y aunque la palabra original no lleva h inicial, en el libro de Ortografía de las Academias establece que los diptongos ia, ie, ua, ue debían ser acompañados por la h (por eso Chihuahua, hueso y hielo se escribe con h, incluso de forma intermedia). De ahí que ‘huevo’ describa un objeto oval y se aplique al embrión aún no madurado de algunas especies que tiene esa forma, como el de las gallinas. Por supuesto, si oval se escribe con V, su derivado la conserva.
Por su parte, ‘uebos’ es una voz procedente del latín y pertenece al castellano inicial. El vocablo se trastocó a partir de la palabra latina ‘opus’, que además de ‘obra’, significa necesidad, cosa necesaria. De ahí que cuando decía a mis alumnos «Por uebos, nunca dejen de estudiar ortografía», por supuesto me refería a la necesidad de jamás abandonar el estudio de la forma correcta de enunciar las palabras. Históricamente, por una parte, la b y la p están vinculadas por la forma en que se pronuncian. Por la otra, es una palabra que se usaba en el siglo ix, mucho antes de que se normara el idioma. Por ello aún no se enunció bajo la regla de los diptongos referida en el párrafo anterior.
Saber lo anterior facilita recordar cómo se escriben ambas palabras y propicia cometer menos errores en su escritura.
Sin embargo, la etimología también lleva al asombro por el origen de algunas voces. El vocablo ‘regañar’ tiene una sonoridad fuerte. Ello es debido a que es un derivado de la palabra ‘gruñir’. Esta a su vez, es un vocablo onomatopéyico, es decir, creado a partir de un sonido. El gruñido es la resonancia que hacen algunos animales, especialmente los perros, cuando están a punto de atacar. Su propósito es amedrentar al oponente. El regaño, entonces, es el sonido que se emite para intimidar.
La etimología rebasa, entonces, lo anecdótico.