Español frente al francés
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Hace un tiempo, el director de la película Emilia Pérez, Jacques Audiard, sostuvo que «El español es una lengua de países emergentes, una lengua de países modestos, de pobres y de migrantes». Para estar en sintonía con la postura de Camila Aurora, directora del cortometraje Johanne Sacreblu, declaro que he comido papas a la francesa y, con ello, ya estoy preparado y en capacidad para dar mi opinión sobre lo dicho por Audiarad.
El francés es el idioma oficial de 55 países. En el listado, solo veo uno que podría calificar de ‘emergido’, y no es exactamente Francia. En el ranking de PIB per cápita, Francia se encuentra en el puesto 27 de 196 países. Es la segunda economía más fuerte de Europa, cierto, pero le antecede Alemania. En el ranking de nivel de vida de sus habitantes, en los 10 primeros sitios no se halla Francia; pero Luxemburgo (de habla gala), se ubica en el octavo.
El franco es el segundo idioma en la diplomacia, el tercer idioma en los negocios y el cuarto usado en internet. De igual forma es idioma oficial en la ONU, lengua de trabajo en la Unión Europea y la Unión Africana. Ello debido a que se considera uno de los idiomas vencedores en la Segunda Guerra Mundial, pero estrictamente no fue gracias a su ejército (rendido por Petén a los nazis), sino porque las potencias que derrotaron a Alemania (rusos, norteamericanos e ingleses) lo consideraban su aliado, pero la resistencia francesa poco contribuyó.
De los 55 países que tienen por lengua oficial el francés, la mayoría son modestos y entre ellos está una de las economías más pobre del mundo, Haití.
El francés, al igual que el español, es una lengua romance. Es decir, es un idioma derivado del latín. No obstante, fue enriquecido solo por el marsellés, nórdico antiguo y el corso. En tanto el español tiene un 75 % de palabras derivadas del latín, un 15 a 20 % derivadas del griego, un 8 % del árabe, un 3 % del gótico y un 9 % de palabras amerindias. Una lengua incorpora vocablos de otras cuando su realidad se expande. Es decir, las palabras son producto de condiciones materiales de existencia. Si no tiene enemigos una cultura, difícilmente va a acuñar vocablos como guerra, arma o enemigo. Eso significa que al admitir y usar voces procedentes de otros idiomas, se enriquece su realidad. El francés cuenta, en promedio con 60 mil vocablos; el español con 93 mil.
Si consideramos que el lenguaje –especialmente los vocablos abstractos– facilitan la comprensión y profundización de la realidad, el francés cuenta con menos instrumentos.
La Academia Francesa de la Lengua se esfuerza por evitar que su idioma evolucione; la Academia Española, modificó esa postura y, por el contrario, actualmente propicia su enriquecimiento. Para muestras un botón: en francés, 90 se enuncia «cuatro 20, 10» (¡! —los canadienses aborrecen eso—).
Si poco sabía de México ese cineasta francés, tampoco tiene idea de lo que son los idiomas.