El libro de los hermanos Ortiz Pinchetti: el valor de la discrepancia
* obra ‘demuestra que México no cabe en una sola ideología’: Sergio Sarmiento
* En presentación de ‘Dos hermanos, un país’, Francisco, ‘el cronista’, habla de su hermano José Agustín, ‘el protagonista’.
Staff/Libre en el sur 29 de agosto de 2024.– Todo estaba ya listo para que José Agustín Ortiz Pinchetti presentara con su hermano Francisco el libro que escribieron juntos, Dos hermanos, un país. Lo haría en la misma Librería Porrúa de Chapultepec, ese bosque de sus ilusiones de niño y sus pasiones de grande, con la participación también de Lorenzo Meyer y Sergio Sarmiento; y acompañado, por supuesto, de su entrañable esposa, Loretta Ortiz Ahlf.
Pero el agravamiento de la enfermedad aceleró su partida, el 3 de agosto pasado, y el evento, finalmente realizado en el mismo lugar frente al viejo islote y su lago y en la misma fecha programada, la tarde de un lluvioso miércoles 28 de agosto, se convirtió en un homenaje –de lo que hizo énfasis el historiador Meyer con un vistozo arreglo de flores a sus espaldas– de quien fuera un exitoso abogado y reconocido luchador por la democracia mexicana.
“Fue un apóstol de la democracia”, sintetizó la ministra Loretta Ortiz Ahlp, que agradeció, conmovida, la presencia de los amigos de su esposo tanto en el velorio como en la presentación del libro.
Meyer se refirío a la formación jesuítica de José Agustín y a la renuncia de la comodidad que le daba su posición económica ganada en su profesión, para convertirse, según uno de los postulados del sociólogo alemán Max Weber, en un “político por vocación” y no “por necesidad”. Desde ese lugar –recordó– hizo una carrera de sueños en pos de la democracia (“él era más optimista que yo”, dijo con desembarazo el historiador), para finalmente sumarse al obradorismo.
Al hacer un repaso de las vidas de los Ortiz Pinchetti a través de Dos Hermanos, un país (editorial Porrúa), de reciente aparición, el periodista y conductor Sergio Sarmiento dijo que la obra “demuestra que México no cabe en una sola ideología” y llamó la atención de que a pesar de sus diferencias, los hermanos decidieron publicar juntos este libro de memorias. “Me parece muy significativo: es un mensaje de que las diferencias no deben nunca llevar a la intolerancia”, asentó.
“La historia que cuentan –añadió Sarmiento– no solo es la suya, sino la de un país, y una ciudad, en un tiempo de grandes conflictos y cambios”. Y recordó uno de los varios episodios relatados en el libro, con los que coincidentemente su vida se cruzó: “José Agustín habla de su participación en la marcha del silencio del 13 de septiembre de 1968 por el Paseo de la Reforma, a la cual también asistí. Francisco narra su experiencia en Tlatelolco el 2 de octubre, cuando se encontraba en el tercer piso del edificio Chihuahua. Su visión de lo que pasó en esa noche trágica es valiente, no solo porque haya estado presente o haya recibido un balazo en la pierna izquierda, sino porque rompe con los lugares comunes de las narrativas de quienes no estaban ahí, pero buscan aprovechar la matanza”.
Y redondeó acerca del libro:
“Dos hermanos, un país es un libro indispensable para entender el futuro reciente de nuestro país. Son crónicas de dos hermanos, los dos honestos, los dos comprometidos con el bienestar del país, que mantuvieron posiciones muy similares durante décadas para separarse dramáticamente en el sexenio de López Obrador. Precisamente por eso es valioso el libro: por la diversidad que nos ofrecen estos dos puntos de vista”.
Francisco, por su parte, recordó a su hermano de esta manera:
“Estuvimos en la misma escuela, el Instituto Patria de los jesuitas, pero ni siquiera compartimos el mismo edificio. Yo ingresaba apenas a primero de primaria cuando él cursaba ya segundo de secundaria. Y apenas terminaba mi educación básica cuando José Agustín se graduaba de bachiller, con todos los honores por cierto, con grado de Brigadier General que era la máxima distinción académica de la hoy desaparecida escuela. Desde entonces fue para mí, repetidamente, motivo de orgullo.
Más adelante abundó que “el mayor de los Ortiz Pinchetti cuestionaba el autoritarismo de los gobiernos del PRI. Repudiaba el presidencialismo, los fraudes electorales, la simulación. Como lo reconocieron representantes de todas las fracciones parlamentarias durante el homenaje luctuoso que se le rindió en el Senado de la República, el miércoles pasado, fue partidario del pluralismo, el diálogo, la interlocución y la concertación política. Y promotor de la participación ciudadana, las alianzas políticas y de manera muy subrayada de la autonomía plena, indispensable, de los organismos electorales”.
Francisco añadió que “desde ámbitos, actividades y vivencias muy diferentes, lejanas a veces, ambos descubrimos la lacerante realidad de un país esencialmente injusto y desigual en el que una elite privilegiada gozaba y sigue gozando de la riqueza y el poder, en detrimento de una mayoría explotada y empobrecida. Y coincidimos en que esa situación sólo podía modificarse a partir de una reforma del sistema político autoritario y corrupto, mediante una democratización del país que hiciera posible el advenimiento de una postergada justicia social verdadera y profunda para que todos los mexicanos tuvieran oportunidades iguales. De ahí en adelante, mi hermano mayor y yo nos mirábamos un tanto a la distancia, pero nunca dejábamos de mirarnos”.
Muchas veces –dijo franco– “compartimos nuestras experiencias personales y coincidimos en apreciaciones sobre los acontecimientos políticos nacionales. No coincidíamos en cambio en el tema de las geometrías políticas e ideológicas. Me parece que no le era muy fácil entender que mi trabajo estaba basado en la investigación periodística, en la descripción de la realidad, en los hechos, y que no estaba condicionado por ninguna ideología y menos filiación partidista. Ni izquierdas ni derechas. Menos un periodismo militante. Como dijera el inolvidable Vicente Leñero con respecto a Proceso, “éramos ideológicamente… ¡periodistas!
“En los últimos años discrepamos radicalmente en nuestra visión del presente político de México, por supuesto. Nos dimos uno que otro agarrón, claro, y no por cuestiones de ideología o filiación partidista. Sin embargo, superamos siempre esas diferencias y respetamos mutuamente nuestros puntos de vista diferentes. Siempre. Comprobamos que se puede disentir, pero con apertura, diálogo y tolerancia”.
Y sobre la experiencia de escribir ese libro juntos, el director de Libre en el Sur remató:
“Se trata, pienso, de un ejercicio singular, en el que el telón de fondo es la transición de México a la democracia. José Agustín la cuenta como promotor y protagonista; yo, como el cronista que soy”