Ecos del dos de junio

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Columna Diario de campo

Luis Miguel Rionda

Los ecos del dos de junio se prolongarán por varios años más, dado su sentido antitético hacia lo que esperaba buena parte de la oposición. Con sentido realista, muchos dudábamos de la posibilidad de que la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, lograra el triunfo ante el ilegal activismo del partido en el gobierno y de su líder de Palacio, así como los enormes recursos desplegados desde dos años antes. Pero no esperábamos una derrota con una distancia tan devastadora: 2.18 votos por cada uno de la candidata opositora. Incluso si el candidato de Movimiento Ciudadano hubiese cedido sus votos a Xóchitl, la diferencia habría sido de 1.6 votos por cada voto opositor.

El mensaje ciudadano debe ser decodificado. Me parece claro que al mexicano o mexicana promedio le preocupa muy poco el orden democrático y republicano si este no le garantiza satisfactores que se reflejen de manera inmediata en su nivel de vida. Los estudiosos de la calidad de la democracia sabemos desde hace tiempo que en los países con economías precarizadas y de distribución desigual, como el nuestro, ha crecido mucho el descrédito del orden democrático. El 3 de agosto de 2002 Michel Bachelet, entonces alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pronunció un discurso donde afirmó que en 2021 “el nivel de democracia que una persona media podía disfrutar en el mundo se había reducido a niveles de 1989. Esto supone que los logros democráticos conseguidos en los últimos 30 años se han reducido en su mayor parte.  El año pasado, casi un tercio de la población mundial vivía bajo regímenes autoritarios.  Además, el número de países que están oscilando hacia el autoritarismo es tres veces superior al de países que oscilan hacia la democracia.”

Dijo que esto “es especialmente evidente en Asia Central, Europa oriental y Asia Pacífico, así como en partes de América Latina y el Caribe […] en algunos países de América Latina y el Caribe hemos observado ataques contra los órganos de gestión electoral, contra tribunales constitucionales, contra los medios de comunicación y las instituciones nacionales de derechos humanos, así como el uso por los gobiernos de la COVID-19 como una excusa para reducir la supervisión de la administración pública” (https://t.ly/IkCD3).

Esto es precisamente lo que ha sucedido en México desde 2018. La institucionalidad democrática ha sido torpedeada sin embozo, y el grueso de la población ha otorgado su aval electoral a esta brutal arremetida autoritaria. Yo insisto en que el proceso electoral pasado no fue, ni de lejos, un referendo sobre el orden político y económico del país; para ello habría que haber planteado abiertamente este tema, incluyendo la elaboración de una nueva constitución refundacional. Fue sólo un ejercicio para renovar autoridades y representantes.

Pero el régimen neo hegemónico está interpretando este alud de votos como un mandato para la profundización de los cambios hacia un modelo de estado sobreprotector, patriarcal y redistributivo. El nuevo paradigma económico no se dirige hacia la creación inclusiva de riqueza, sino hacia el reparto de esta incluso antes de su generación (por medio de deuda pública). Es el renacimiento del ogro filantrópico posrevolucionario. Un nuevo flautista de Hamelin que obnubila los sentidos del “pueblo”, whatever that means.

Tenemos la obligación de continuar con el desbroce de significados dentro del mensaje del dos de junio. Hay mucho más qué decir…

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

 

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