Debate presidencial y elecciones en EEUU

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Santiago López Acosta

El jueves pasado se llevó a cabo el primer debate entre los dos principales candidatos a la presidencia de los EEUU, el actual mandatario Joe Biden por los demócratas, en pos de la reelección, y el expresidente Donald Trump, del bando republicano, quien busca regresar a la Casa Blanca.

Desde que inicio la carrera presidencial, se empezó a hablar y debatir, más que de los logros de gobierno y de las políticas públicas que propongan, buscando que sean atractivas e interesantes para el electorado estadounidense, sino de las condiciones y circunstancias personales de ambos contendientes.

De la avanzada edad de los dos participantes, los más longevos en la historia política de los EEUU, de las capacidades físicas, mentales y emocionales, de los problemas familiares que les afectan, como las del hijo de Biden, involucrado en problemas legales, o las múltiples demandas y algunas condenas impuestas y en proceso contra Trump.

En el debate del jueves pasado el estado físico de Biden fue lo preeminente sobre cualquier tema o argumento que uno y otro expresó sobre la economía, la migración, el aborto, qué hacer con la invasión rusa de Ucrania, o la única mención específica que hubo sobre México durante los 90 minutos que duró el intercambio. La evidente incapacidad de Biden fue la nota de la noche y los siguientes días de la mayoría de los medios de comunicación de los EEUU y del mundo.

Según la encuesta de CNN realizada justo después de la finalización del debate, el desempeño deficiente de Joe Biden llevó a una gran mayoría de espectadores a asegurar que Donald Trump fue quien ganó la discusión. El 67 % de los televidentes consideraron que el candidato republicano (de 78 años) realizó una mejor actuación que el actual presidente (de 81 años), que solo obtuvo un 33 % de votos positivos.

La misma CNN sostuvo que los números de sus encuestas marcan un giro en la opinión de los televidentes, quienes consideraron en 2020 que Biden había logrado un mejor desempeño durante los dos debates de ese año, en plena pandemia del covid-19. Sin embargo, el jueves hubo más espectadores que manifestaron desconfianza en la capacidad de Biden para dirigir el país, específicamente un 57 %, en comparación con un 44 % que pensó lo mismo sobre Trump.

Pero lo más escandaloso es que se encendió el botón de pánico en el partido demócrata, como lo expreso la portada de la revista Time, o que este partido debe cambiar de candidato, como lo titularon en su encabezado el Wall Street Jornal y el New York Times, solo por mencionar algunos de los principales.

La disyuntiva que tienen los electores norteamericanos no puede ser más patética, entre reelegir a un presidente que tendría 82 años al volver a protestar el cargo, si gana la contienda; sin embargo, el problema no es su edad, sino su evidente incapacidad física y mental para asumir esa importantísima responsabilidad por cuatro años más, dirigir la nación más poderosa del mundo, ni más ni menos. O bien, volver a elegir a un egocéntrico y mesiánico personaje, que ha dado muestras de enormes desequilibrios de diversa naturaleza, el cual además tiene un pie y medio en la cárcel, por sus múltiples problemas legales. Es inconcebible como una de las democracias, dentro de las más antiguas y consolidadas del mundo, haya caído en ese tétrico panorama.

Biden está por convertirse, si no sucede otra cosa en la Convención demócrata de agosto, en el candidato oficial de ese partido. Se busca que renuncie a la misma, y si lo hace, el problema vendrá para buscar y encontrar un candidato sustituto que le pueda competir a Trump, a cuatro meses de las elecciones.

Desafortunadamente para los demócratas la vicepresidenta Kamala Harris nunca creció, por lo que no es considerada como alternativa seria. Se menciona a los gobernadores de California, Gavin Newsom, Josh Shapiro de Pensilvania, de Ilinois, J.B. Pritzker y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, se menciona también a la esposa de Barack Obama, Michelle Obama, una mujer talentosa y con gran carisma, entre otros.

Trump, por su parte, repitió la estrategia de 2016, apoderándose de las estructuras del partido republicano, y sin ningún obstáculo se autoimpuso nuevamente como su candidato presidencial.

Como suele suceder en las elecciones norteamericanas, la mayoría de los estados tiene casi predefinido su intención de voto por alguno de los dos partidos, por ejemplo, California por los demócratas y Texas de inclinación republicana; por lo que la disputa se centra en los seis o siete estados denominados bisagra, que son los que, en la mayoría de los casos, inclinan el resultado, para un lado o para el otro.

Falta un segundo debate en el mes de septiembre, pero después del primero se abre un enorme flanco dentro de los demócratas, para resolver qué hacer con Biden, el cual conforme a las encuestas antes del encuentro de Georgia, era su personaje mejor posicionado para ganar las elecciones de noviembre próximo, pero después de ese lamentable espectáculo, ha venido mucho a menos, y si lo mantienen como candidato, le estarían poniendo en bandeja un bocatto di cardenale, dispuesto a ser engullido por Trump.

A cuatro meses de las elecciones ocurrirán muchas cosas y se irán ajustando las tendencias, hasta ahora ligeramente a favor de Biden, pero seguramente se estarán modificando conforme se acerque la jornada comicial, y si éste se baja o es bajado de la contienda, dependiendo quien lo sustituya, el pronóstico es más que reservado y en este momento impredecible.

 

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