*Comandanta

El pasado 9 de febrero, en la celebración de la Marcha de la Lealtad, el maestro de ceremonias enunció de la persona que encabezaba la ceremonia: «La presidenta Claudia Sheimbaum, comandanta suprema…». Opino que debió decir comandante. Explico mi razonamiento.
Entiendo que lo moderno y políticamente conveniente es feminizar todo vocablo. Sin embargo, a mi juicio no todo debe medirse con el mismo rasero, pues la evolución de las palabras no tiene idéntica velocidad. Hay voces que nacen, se expanden, pero mueren muy rápido (como la palabra fax) y otras que no terminan de adaptarse a los tiempos modernos (como memorándum).
Comandante es una voz que procede del participio activo del latín (figura inexistente en el español por lo que solo debe tomarse como antecedente, no como justificante para nuestro idioma). Da sentido de el que ejerce la acción de comandar. En idéntica condición se hallan presidente y estudiante. Sin embargo, cuando estos vocablos (y, por supuesto, otros muchos con la misma terminación) pasaron al español lo hicieron como sustantivos (personas, animales o cosas) y como adjetivos (vocablos que describen una característica de un sustantivo). Muy pocos evolucionaron a femeninos (parturienta, sirvienta y presidenta). Presidente hace 200 años se feminizó como sustantivo, pero no sufrió modificación como adjetivo (presidenta apareció desde entonces en el diccionario de nuestra lengua). Es decir, que se debe enunciar «La presidenta Claudia Sheimbaum…», pero como adjetivo no debe modificarse: «Claudia Sheimbaum, presidente de México». Por supuesto que, como no para todos es claro cuándo es sustantivo y cuándo adjetivo, pues en este último caso la mayoría de las personas lo feminizan (políticamente quedan bien, pero ortográficamente mal).
En la entrada del Diccionario de la lengua española (el oficial de nuestro idioma), para esta voz se lee: presidente, ta. El mismo diccionario precisa que en la acepción uno, que corresponde a adjetivo, su forma es invariable y, por tanto, siempre debe ser presidente (insisto, como adjetivo). Ahí el DLE señala que en las otras acepciones, que corresponden a sustantivo, se aplica presidenta cuando corresponde.
Ahora, en las entradas de comandante y estudiante, en todas sus acepciones aparecen m. y f. antes de las definiciones (que unos casos son sustantivos y otras, adjetivos). Eso significa que son vocablos inalterables. Por esta razón, formalmente, no hay motivo para modificarlo con una vocal a al finalizar. El razonamiento de que la terminación a es para vocablos femeninos cae frente a alguna persona del sexo masculino que sea periodista, deportista, pianista o tenista. Además, los mismos que sostienen este absurdo, suponen que la vocal e es para ambos sexos, lo que implica que comandante y estudiante ya incluyen el femenino.
He considerado en este razonamiento el vocablo estudiante porque de aplicarlo a la actual presidenta, de ninguna forma enunciarían «Claudia Sheimbaum, *estudianta de física».
Es decir, que la voz comandante, usada para presentar a quien encabezó la ceremonia de la Marcha de la Lealtad, está más emparentado a la morfología del vocablo estudiante que al de presidente.
Es una lástima que la ortografía se subordine a lo conveniente políticamente.