Abuso mediante el idioma

El 18 de agosto de 1492, cuando Cristóbal Colón se encontraba navegando hacia las supuestas Indias, Antonio de Nebrija presentaba a los Reyes Católicos la primera Gramática del español. Para Fernando e Isabel —como pasa regularmente entre autoridades gubernamentales— el documento no representaba más que una curiosidad intelectual. Al hojear el manuscrito —relata el propio Nebrija en el prólogo—, la Reina preguntó por su utilidad.
Don Antonio de Nebrija no pudo dar respuesta: «…el mui reverendo obispo de Ávila [fray Hernando de Talavera] arrebató la respuesta, i respondiendo por mí dixo que después que Vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros i naciones de peregrinas lenguas, i con el vencimiento, aquéllos tenían necessidad de recebir las leies…». Era claro, las leyes que recibirían los vencidos debían estar redactadas en castellano, la lengua de los vencedores. Cierto es que los pueblos próximos a derrotar en ese momento no conocían ese idioma. Pero los vencedores tenían claro que los territorios dominados debían aprender y dominar la lengua imperante, como ya había sucedido con el latín de los romanos. Poco más de 200 años atrás, Alfonso X, el Sabio, se decidió por el habla popular como idioma oficial de los reinos de Castilla y León, por encima del latín —considerada la lengua culta—, para tomar identidad propia y poder comunicarse con eficiencia con sus súbditos.
Las leyes entonces se redactaron en castellano, para que fueran comprendidas por todos los vasallos. Y eso fue, precisamente, un elemento que propició la corrupción y el abuso en los territorios conquistados, ya incluyendo América. Solemne fórmula jurídica redactada por el doctor en leyes Juan López de Palacios Rubios, el Requerimiento debía ser leído en voz alta ante cualquier nuevo poblado por incorporarse al Imperio Español. El Requerimiento era una intimidación para que las personas reconocieran con esa arenga la naturaleza de la Santísima Trinidad y los derechos de los reyes de las Españas —otorgados por el dueño del mundo, a través de su representante en la tierra, el papa—. La no aceptación inmediata, confería automáticamente a las tropas imperiales el carácter, de «guerra justa» al vasallaje.
Reproduzco una cita del libro Los 1001 años de la lengua española de Antonio Alatorre (FCE, 1979): «Claro que los indios, ante semejante primer contacto con la lengua castellana, no se apresuraban a dar señales de aceptación. ¿Cómo iban a entender el requerimiento si, como dijo Fernández de Oviedo en 1542, “ni aun lo entendían los que lo leían”?» El abuso, entonces, estaba justificado a causa de la incapacidad de los nuevos vasallos de comprender lo que la ley dictaba.
El lenguaje es factor de dominio y propicia tanto la corrupción como el abuso. La historia lo demuestra. También actualmente quienes usan voces y términos especializados, abusan de aquellos que no los dominamos. Las leyes y los comunicados oficiales debían ser accesibles para todos. Redactarlos inaccesibles, complejos, perpetúa lo que todos aseguran combatir, el abuso al pueblo. Ojalá todo redactor se dejara de pomposidades y fuera claro y directo.