Tomo como pretexto esta muy fuerte época de lluvia para abordar la palabra huracán y otros mexicanismos. El vocablo huracán es de origen mexicano. Hasta hace poco, se creyó que su origen era taíno (grupo caribeño), pero las últimas investigaciones la reconocen de origen maya. Aunque los europeos conocían las tempestades, jamás habían experimentado un ímpetu tan fuerte en este tipo de fenómenos, por lo que adoptaron el vocablo para diferenciarlo de tormentas tropicales. Su influencia ha sido tan determinante, como sucede con la palabra japonesa tsunami, que terminó por ser incorporada en casi todas las lenguas del mundo.

Los mexicanismos son voces procedentes de México, aunque no necesariamente conocidas en todas las regiones de nuestra nación. Algunos, incluso, son usados en otros países y otros se limitan a regiones específicas. Existen admitidos por las Academias de la Lengua — y, por tanto, incluidas en el diccionario oficial— y otros que, a pesar de su arraigo y uso desde tiempo inmemorial, no han tenido esa oportunidad.

El término mexicanismo está integrado por la voz México y el sufijo —ismo (los sufijos son letras con sentido propio que se añaden al final de una raíz para alterar su significado). La terminación —ismo añade sentido de expresión o giro propio de una lengua. Por eso, galicismo indica que es una voz procedente del francés (esa zona fue llamada las Galias por los romanos). Por otra parte, se le llama anglicismo a palabra de origen inglés, porque, entre otras tribus que la habitaron estaban los anglos.

Tenemos varios tipos de mexicanismos. La mayoría procede de lenguas nativas. Sin embargo, también los hay por desvirtuaciones, nuevos cuños a partir del uso cotidiano de nuestro idioma o, incluso, por desvirtuación de voces de otras lenguas.

De los primeros, en una categoría inicial tenemos vocablos que en otros idiomas carecían de una palabra alternativa, por lo que fueron adoptados. En este sentido destacan los productos que México aportó al mundo, como el chocolate (el más famoso, por cierto), el jitomate (¿qué sería de los platillos italianos sin él?) y el aguacate (si recibe otros nombres en América es porque los nativos en sus respectivas regiones ya lo llamaban de una forma y el término actual es heredado; incluso, avocado en inglés es una desvirtuación de náhuatl ahuacatl. Del maya tenemos huracán, para identificar el fenómeno meteórico.

Una segunda clase son las voces incorporadas al diccionario oficial, de uso también en otros países de habla hispana y extraña en otros idiomas. Solo por mencionar algunos, tenemos, cacahuate (que en España lo pronuncian como cacahuete), camote (tubérculo), , chimuelo (sin dientes), chinampa (huerto flotante), cuate (mellizo, amigo íntimo), machote (no el superlativo de macho, sino voz procedente del náhuatl, con sentido de guía o formulario para rellenar), metate (utensilio de cocina para martajar los alimentos hasta hacerlos una pasta), mitote (aspaviento), tianguis (mercado), tiliche (el oficial la registra como de origen desconocido, pero es voz chahita, que es un grupo yaqui-mayo). Y destaca la palabra tocayo, un mexicanismo de origen náhuatl que significa con el mismo valor.

sorianovalencia@hotmail.com

 

 

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