A 15 años de ser premiado

El 30 de julio de 2009 recibí el Premio Estatal de Periodismo Cultural. De recordarlo se encargó mi amigo Édgar Díaz Navarro. El reconocimiento llegó gracias a esta columna, Chispitas de lenguaje.

Fue la LV legislatura del Congreso del Estado, encabezada en ese momento por el diputado José Ramón Rodríguez Gómez, quien me lo otorgó. A la ceremonia fueron convocados los otros dos poderes del Estado: el gobernador Juan Manuel Oliva y la presidenta del Supremo Tribunal de Justicia, magistrada licenciada María Raquel Barajas Monjarás.

La columna apareció en los medios por primera vez en un diario local de Celaya también en julio de 2000. Hoy se publica los jueves en un diario de circulación estatal, varios portales electrónicos y un noticiero radiofónico (y también la grabo para dos redes sociales en video). Y de forma esporádica la retoman en algunos estados de la Unión Americana, Argentina, Uruguay y Colombia.

Su presencia inicial fue un recuadro pequeño que trataba un tema lo más breve posible. Muchos años atrás, en los distintos lugares donde laboré, siempre fui responsabilizado de orientar a mis compañeros para ser precisos y mejorar su estilo. Así compilé pequeñas notas. En ellas procuraba ser lo menos técnico posible pues no todos manejaban de forma fluida la terminología gramatical. Por ello, la evité y hasta hoy es lo que pretendo en mis colaboraciones semanales.

Confieso –la primera vez que lo hago público– que yo no entendía la gramática, ni la ortografía como estudiante elemental. Aprenderme las reglas no me facilitaba cuándo aplicarlas. Se trataba de un amasijo de información que me resultaba imposible reconocer cuál era la adecuada para cada caso. Por ello, crecí con una ortografía muy deficiente y sin saber escribir de forma correcta. Gracias a mis profesores universitarios –particularmente, Lourdes Romero– y mi amigo y compañero de trabajo Gabriel Gardea Valderrama (quien era 50 años mayor que yo), entendí la lógica del idioma. Desde entonces busqué apoyar con razonamiento el español. El idioma se entiende, no se memoriza.

También mediante esta columna di a conocer que pasaron por Guanajuato –en específico, Celaya– personajes como Mario Benedetti y Juan Carlos Onetti cuando su carrera literaria estaba en sus inicios. La información la recibí de una fuente incuestionable, una entrevista que me concedió el entonces subdirector de la Real Academia Española, don Gregorio Salvador.

De igual forma, cada fin y principio de año reporto las novedades del Diccionario de la lengua española. Las modificaciones son de diverso tipo: incorporación de nuevas palabras (por desarrollo de los hablantes o por importación de otros idiomas); modificaciones en sus significados (acepciones es el término preciso), sea porque se añaden nuevos sentidos a un vocablo, como por precisión en los que ya tenían; y reclasificación, como vocablos en desuso (como la palabra fax que fue muy efímera).

Quince años desde que me honraron con esa presea. Mi anhelo es haber portado dignamente la estafeta que mis maestros me confiaron. Espero ser digno receptor y realmente contribuir al uso eficiente del idioma.

sorianovalencia@hotmail.com

 

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