La extinción del PRI

Santiago López Acosta

Desde hace varios años hemos comentado en esta columna el difícil y complicado panorama que ha tenido este partido y la penosa forma que lo afrontado su dirigencia, que lo ha llevado a que su desgaste y deterioro se esté pronunciando aceleradamente, mismo que lo está llevando a su eventual desaparición, tal vez ni al mediano plazo y siguiendo en la misma tónica, probablemente en un periodo más cercano.

Parafraseando a Gabriel García Márquez, en una de sus novelas más conocidas “Crónica de una muerte anunciada”, no es necesario ser pitonisa para vaticinar ese desenlace, con los desastrosos resultados que ha tenido la dirigencia encabezada por Alejandro Moreno, el popular “Alito”, durante los 5 años que lleva ha perdido más 10 gubernaturas, sensible disminución de diputados federales con apenas una treintena para la próxima legislatura, menos de la mitad de los que tienen actualmente, una proporción similar en el Senado, un gran número de diputados locales y ayuntamientos, disminuyendo su porcentaje de votación a su mínimo histórico del 11% y diezmado su militancia en más de 4 millones, entre ellos importantes exdirigentes, exfuncionarios y personajes de gran prosapia priista, hasta el momento. Un verdadero desastre.

Ante tal escenario, lo racional y sensato, de un dirigente mínimamente consciente y responsable debió haber sido renunciar y dejar que otros inicien un serio proceso de diagnóstico y evaluación de lo sucedido y proyectar la reconstrucción, reconfiguración, refundación o como se le quiera llamar, además de concluir el proceso electoral en marcha lo menos desgastado posible.

En lugar de eso, al día siguiente de la jornada electoral, la dirigencia del partido inicia los preparativos para realizar una Asamblea Nacional, misma que celebró ayer domingo 7 de julio, con el propósito de modificar los estatutos para que “Alito” continue como dirigente hasta por 3 periodos consecutivos más, esto es por 8 años adicionales a los 5 que lleva. Y lo hacen con esa premura porque el año adicional que le otorgo el Tribunal Electoral concluye con el proceso electoral, lo cual sucederá a más tardar el 5 de septiembre próximo. El agandalle y la desvergüenza es impresionante.

No conforme con eso, seguirá centralizando todas las decisiones importantes dentro del PRI, como la designación de los coordinadores parlamentarios en las dos cámaras del Congreso de la Unión y en los Congresos Locales de la república, que correspondía a los propios legisladores.

Surgió otro movimiento de resistencia encabezado por Dulce Maria Sauri, expresidenta del partido y exgobernadora de Yucatán y cerca de 300 cuadros destacados, con desplegados y múltiples expresiones de rechazo en los medios de comunicación, así como manifestaciones en contrario de exdirigentes como Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones, intentando detener tal atropello. Este último, anunciado como próximo coordinador del grupo parlamentario en el Senado declaro que, si se consuma el exabrupto, se apartara como senador independiente.

La posibilidad de que estas voces opositoras lograse algo fue prácticamente nulo, porque el impresentable de Alejandro Moreno tiene el control de todas las estructuras del partido, alcanzando votaciones de casi del 100% de sus propuestas, recordando las prácticas de los más connotados partidos comunistas, como el de la extinta Unión Soviética o del todavía vigente régimen cubano, donde los opositores son purgados y expulsados. Solo se ganaron epítetos, descalificaciones e insultos de “Alito”. Ese alineamiento de las estructuras es así porque todos ellas y ellos le deben el cargo, las prebendas y canonjías, y por supuesto que no porque sea un líder carismático o encantador, en todo caso, tal vez lo sea, pero de serpientes. A mano alzada y por aclamación más de 3000 delegados aprobaron los cambios a los estatutos.

Casi desde que inició como dirigente, muchas voces dijeron que sería el enterrador del PRI, y ese vaticinio se está cumpliendo más rápido de lo esperado, porque el cinismo y la desfachatez de Moreno parece infinita, solo le interesa mantener el control de lo que queda del PRI para su beneficio personal y de sus allegados, sin importarle que lo esté llevando a la destrucción y a su muy próxima desaparición.

Pretender continuar como dirigente tres periodos de 4 años consecutivos, no solo es una flagrante traición a uno de los principios que dieron origen al PRI, el de no reelección, sino que carece de la más elemental lógica y sentido común del derrotero que ha tenido este partido los últimos años, y con este agandalle, en lugar de enmendar el rumbo, las fracturas, divisiones y desbandadas se aceleraran, y por tanto seguirán perdiendo elecciones, posiciones y militantes, y en esa vorágine, probablemente antes de esos hipotéticos 8 años futuros, perderán el registro como partido político nacional. Perdió la razón el mentado “Alito”, se quedará solo.

El PRI es parte de la historia de este país durante la mayor parte del siglo XX, con sus devenires y cambios. Desde la propuesta inicial para pacificar el país, cuando la disputa por el poder era violenta, pasando de “la etapa de los caudillos al de las instituciones”, como decía el fundador del PNR (Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI), el entonces jefe máximo, Plutarco Elías Calles, a la consolidación del nacionalismo revolucionario y masificación de las estructuras del partido (PRM, Partido de la Revolución Mexicana) durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, con la incorporación de los civiles y la institucionalidad del propio régimen (el PRI) con Miguel Alemán.

Como instrumento del poder en turno durante ese largo trayecto, el PRI nunca tuvo una identidad política e ideológica propia, sino que estuvo estado sujeto a la visión y proyecto de los presidentes de la república en diferentes periodos de nuestra historia, y a circunstancias y coyunturas históricas concretas, nacionales e internacionales. Desde el Estado posrevolucionario, que requería consolidarse, en la primera mitad del siglo pasado, transitando por el estatismo nacionalizador de Echeverria y López Portillo y el periodo de apertura política y económica durante el neoliberalismo, desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto, incluyendo los dos gobiernos del PAN, ahora tan vilipendiado por la actual dirigencia, en consonancia con el régimen vigente.

La franquicia partidista que hoy tiene Alito y su pandilla, seguramente la explotaran al máximo hasta terminarse lo que queda, sin que haya quien se los impida, donde además de ser el partido más rechazado por la ciudadanía, podría ser solamente un vago recuerdo de lo fue y significo para el país. Triste final del otrora “partidazo”.

 

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