¿Podría un ser humano decidir hacer daño a otro porque supone que es lo mejor para quien recibe el flagelo? Sin considerar a los sádicos, ¿alguien que se distinga por su bondad y buen juicio podría causar dolor a otro «por su bien» o por el bien social?

Podría parecer una novela, una ficción el planteamiento. La ciencia ha descubierto que conscientemente solo un 1% admite que actuaría así. Se trata el porcentaje normal de sádicos –en sus razonamientos justifican su actuar, sin relacionarlo con el sufrimiento–. Sin embargo, en estudios controlados (Stanley Milgran, 1963) descubrió que el 65 % actuaría contra otra persona si estuviera convencida de hacer un bien (incluso, social). En ello radica la Semántica de la Maldad. Es decir, darle a un acto de maldad sentido positivo mediante un manejo selecto del lenguaje.

La semántica es parte de la lingüística. Estudia el significado de las palabras. Esto último es entendido como la interpretación o el sentido asignado a los vocablos. Los significados no se encuentran en abstracto en nuestro cerebro (como diccionario). Se trata de conceptos relacionados con otros y con carga emocional. En las personas, ‘hogar’ frente a ‘casa’, que podrían funcionar como sinónimos, tienen peso emocional diferente.

El significado de las palabras está vinculado a la cultura, tradición y autoridad (moral o social). En la medida que un líder (político, social, laboral, religioso, familiar) usa determinados conceptos familiares, afectivos e importantes para un individuo, puede llegar a extremos que él mismo no sospecharía.

Históricamente, este fenómeno ha estado siempre presente. Tanto conquistadores como misioneros estaban convencidos de la necesidad de combatir hasta la brutalidad la idolatría natural. «Un trago amargo, pero necesario para encontrar al verdadero dios». El amor al prójimo, la salvación de las almas –tanto de los indígenas como de los conquistadores– fue la clave significativa.

Con Hitler no fue diferente. Los nacional-socialistas estaban convencidos que para bien de la humanidad era necesario erradicar grupos y prácticas contrarias al desarrollo de la humanidad (desde su particular punto de vista). El líder político, la más alta autoridad social, fue el artífice: la humanidad, el futuro de nuestro mundo, el amor a la patria, fueron las palabras significativas.

Pero estos casos extremos, parecen lejanos a la vida cotidiana. Nada más falso. Todo ello está presente en todos los ambientes donde interactuamos y haya un líder, autoridad o jefe; es decir, en la familia, la escuela, la religión, nuestra comunidad.

Los discursos de odio, en estos momentos políticos, están obnubilando el pensamiento crítico. «Por amor», «por su bien», «para que sea una persona de provecho», «para que se den cuenta» son las justificaciones mentales. No importa el desprestigio del otro: el bien mayor (México) lo justifica. Imponer el significado positivo en acciones negativas se logra con el lenguaje, expresado en discursos (videograbadas o memes). Pero también nos podemos proteger… si decidimos aprender más sobre el idioma y sus recursos.

sorianovalencia@hotmail.com

 

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