Zaldívar, entre la ignominia y la impunidad
Santiago López Acosta
En esta columna hemos comentado y analizado diversos periplos donde ha participado protagónicamente el ex ministro de la Corte, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, desde la forma tan complicada para arribar a la presidencia del máximo tribunal, luego de más de 30 rondas de votación en el Pleno, después de haber declarado que fue presionado por el entonces presidente de la República, Felipe Calderón, quien lo propuso como ministro, a través del entonces Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. Pasando por el frustrado intento de alargar inconstitucionalmente el periodo de su presidencia por dos años más, su renuncia un año antes de cumplir el periodo por el que fue designado, para darle la oportunidad al presidente López Obrador de designar a Lenia Batres.
Además de su incorporación a la campaña de Claudia Sheinbaum antes de su separación de la Corte, los escándalos por su abultada pensión y los vehículos y equipos que se llevó del Poder Judicial, entre otros.
La declaración del presidente López Obrador en su conferencia matutina reveló: “cuando estaba el ministro Zaldívar de presidente de la Corte, había más recato, nosotros respetuosamente interveníamos”, “él ayudaba”, desató otro escándalo, pues desde Palacio Nacional le dictaban línea a Zaldívar para que el poder que se supone debe ser contrapeso de los abusos del ejecutivo, se ponía a su disposición.
La semana pasada se dio a conocer una investigación que el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) inició contra Zaldívar, además de un numeroso grupo de integrantes y exintegrantes del Poder Judicial, en un entramado que incluyen al exconsejero jurídico Julio Scherer.
La incontinencia verbal de López Obrador al expresar que el entonces presidente de la Corte, que entraba y salía de reuniones en Palacio Nacional, habría intervenido para modificar decisiones de jueces en casos como Odebrecht, la Estafa Maestra, el Tren Maya, el AIFA y la ley eléctrica entre otros, lo desnudaron abiertamente.
La investigación del CJF simplemente evidencia lo dicho por López Obrador, con acusaciones muy graves, que tendrá que resolver Zaldívar y algunos de sus principales operadores, como los entonces secretarios generales de la Corte y del CJF. Las denuncias que se han hecho públicas relatan cómo el piso 14 del edificio del CJF era el lugar para presionar a los juzgadores y obligarlos a resolver conforme a los intereses del gobierno federal. Amagaban a los juzgadores con cambiarlos de adscripción, destituirlos o denunciarlos por algún delito.
Zaldívar, si no tuviera nada que esconder o de que arrepentirse, como jurista que es, en lugar de ponerse a disposición y defenderse legalmente, encabeza una embestida contra la Ministra Piña, presidenta de la Corte, acompañado del dirigente de Morena, Mario Delgado, anunciando que se iniciara contra ella Juicio Político y denuncias en la FGR, la FEPADE, el INE y el INAI, por supuestos hechos delictivos e irregularidades administrativas. De ahí es inevitable preguntarse ¿qué tan graves serán los delitos cometidos por Zaldívar en su paso por la Corte que se refugia en el manto protector del presidente y la cuarta transformación, con el falso alegato de ser víctima de una persecución política. Involucrando el proceso electoral, la candidata opositora Xóchitl Gálvez y que el poder judicial se inclina por esta opción política. Está rayando en el delirio y la esquizofrenia.
Ahora es muy evidente que todo ese entreguismo con el actual gobierno, poniendo a su disposición buena parte del poder Judicial y la justicia federal, es por la búsqueda de impunidad, como la han obtenido, momentáneamente, múltiples personajes impresentables del oficialismo.
De aquel jurista destacado en el foro y la academia, que había obtenido amplio reconocimiento social, no queda nada, solo la ignominia, definida por el diccionario, como la situación de una persona que por sus actos o conductas deshonrosas ha perdido el respeto de los demás
Seguramente seguiremos conociendo más tropelías de este personaje, como lo que se comentaba en corrillos del poder judicial, de que asuntos que litigaban en su despacho particular, el cual nunca cerró, después de ser designado ministro de la Corte, y que eran conocidos por ésta, Zaldívar operaba en su favor, y si se ventila y comprueba, era grotescamente, juez y parte.
Como profesionista y como persona está saliendo a flote toda su bajeza, y como político ha salido muy malo, porque no le ha aportado nada a la campaña de Sheinbaum, mal analista, pésimo polemista y como vocero ha sido un comunicador muy ineficiente.
Como artífice y principal interlocutor de la pretendida reforma al poder judicial de la candidata del oficialismo, quién se sentaría a la mesa para negociarla con este personaje, cuyas cartas credenciales, reputación y honorabilidad están hechas pedazos. Al menos que ese sea el sello de la casa.
Por lo contrario, se ha convertido en un lastre para la campaña oficialista, tan solo la semana pasada que salió la investigación y su reacción política, que no jurídica, le gano las notas principales a la candidata en los principales medios de comunicación.
Las reformas a la Ley de Amparo, limitando los alcances de la suspensión, a la Ley de Amnistía para que el presidente pueda liberar a cualquier delincuente sin mayor tramite, y la pretensión de quedarse con las afores de los mayores de 70 años, en forma por demás apresurada al final del periodo ordinario de sesiones, son un pésimo augurio, por lo que seguramente serán frenadas por la Corte y pueden tener relación con el affaire Zaldívar, al ser éste el principal dinamitero del Poder Judicial.