De huracanes, Acapulco y la política
Santiago López Acosta
Geográficamente nuestro país está ubicado en una región donde cada año se presentan temporadas de tormentas y huracanes, tanto en el Océano Pacifico como en el Golfo de México y en el Mar Caribe, e históricamente algunos han dejado saldos desastrosos, en término de la pérdida de vidas humanas y daños materiales, y por lo mismo ha generado experiencia, programas y personal capacitado para enfrentar esos fenómenos de la naturaleza.
El paso del huracán Otis en la costa de Guerrero hace una semana y los desastres que causo, todo indica que de aquellas experiencias e institucionalidad no quedo nada. No solo la desaparición del Fonden (Fondo Nacional para la atención de Desastres Naturales) y el despido del personal capacitado que lo operaba, sino que se ha puesto en entredicho hasta la capacidad del ejército para la operación del Plan DN-III para este tipo de desastres.
Se ha señalado la negligencia criminal de no alertar a la población, de no organizar la evacuación, de no prever refugios para la misma y de no contar con la elemental previsión para una catástrofe mayor, como ocurrió. Se ha dicho recurrentemente que el Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos en Miami, Florida lo advirtió 23 horas antes de llegar a las costas de Guerrero. Además de la incapacidad de los tres niveles de gobierno para enfrentar el percance y organizar el apoyo a las víctimas, que necesitan agua, comida, ropa, donde dormir y algún apoyo o empleo para lo inmediato, donde la situación en Acapulco y la región ha sido y sigue siendo terrible.
La destrucción de Acapulco y de 10 municipios más, es increíble pero real, que a una semana de ocurrida la tragedia no se tenga información oficial del tamaño del desastre, de cuantas personas ha fallecido (hasta hoy se dice de alrededor de 50) y pérdidas materiales, solo por las imágenes difundidas muestran una devastación prácticamente total.
La solidaridad que caracteriza al verdadero pueblo mexicano inmediatamente salió a flote, organizándose inmediatamente para enviar ayuda, pero se ha enfrentado a la cerrazón gubernamental de que solamente a través de este se pueden hacer llegar los apoyos, al parecer solo a la Cruz Roja Mexicana se le ha permitido entrar a Acapulco para hacer llegar las ayudas. Es incomprensible esta medida, la cual no tiene justificación razonable alguna, al menos que los propósitos sean de otra naturaleza.
Cuando la prioridad son las víctimas y su atención inmediata, enviar 1000 siervos de la nación a realizar una encuesta casa por casa para identificar a los damnificados y luego brindarles apoyo es un verdadero despropósito, pues lo que se requiere en las horas y los días inmediatos a la tragedia son brigadas para el rescate de las personas, en las condiciones en se que se encuentren y llevarlas a los albergues para reciban los servicios básicos, ubicar los cuerpos de las personas desafortunadamente fallecidas para que luego sean levantados para su identificación, promover las actividades de limpieza para dar empleo inmediato y demás tramites. No creo que ese personal de la Secretaria del Bienestar esté capacitado para ello.
Garantizar la seguridad es fundamental, lo cual no es un reto menor, después de que Acapulco ha sido centro de la delincuencia organizada y con el caos que reina, puede ser peor.
En un momento posterior se tendrán que hacer las evaluaciones del suceso y ojalá, que de las mismas se identifiquen a los responsables y sean castigados, pero por el momento la prioridad es la atención a las victimas y en esta no se valen mezquindades, celos ni desconfianzas, especulaciones políticas ni de cualquier naturaleza, es lo que exige la mínima solidaridad humana.
Pretender obtener alguna ventaja o rentabilidad política o electoral de esta tragedia seria de lo mas ruin que se puede presentar, y desgraciadamente no la podemos descartar, por lo que debemos estar muy atentos.
Guerrero es de las entidades más pobres del país desde hace muchos años y no ha sido posible sacarla de esa condición, su clase política, por años, no ha sido la más preocupada de ello; además de que las principales palancas del desarrollo, el empleo, la educación, la salud, no han tenido los alcances deseables. En todo ello hay mucho por hacer.
Acapulco es el primero y principal gran centro turístico del país. Vive y ha sido lo que es, desde hace muchos años, gracias al turismo, cuya infraestructura la ha sido destruido por Otis, 9 de cada 10 acapulqueños viven de esa noble actividad y ahora enfrentan un reto que no han tenido a lo largo de su historia, de cómo rehacer la actividad económica más importante del puerto y prácticamente renacer de los escombros. El coraje y el impulso de los acapulqueños y de los guerrerenses, con el apoyo de muchos mexicanos de todo el país, seguramente lograran la proeza.
En esa necesaria reconstrucción también implica la participación de los gobiernos federal, estatal y municipal, que no han mostrado precisamente la mayor atingencia y eficiencia para la atención del suceso, antes, durante y después, pero lo tendrán que hacer, es su obligación.
El renacimiento de Acapulco y toda la región va a requerir la participación y el involucramiento de la sociedad organizada, que esta presente y actuando ahora mismo, inmediatamente después de la tragedia, a pesar de que algunos no quisieran que fuera así.