¿López Gatell y Brugada le hacen la guerra sucia a Omar García Harfuch?

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José Luis Camacho Acevedo.

Los golpes bajos que ha sufrido Omar García Harfuch, el candidato puntero a la jefatura de gobierno de la CDMX por parte de Morena, nos hace recordar que, como dice la sabia sentencia que reza: en la política mexicana, todos los perros tienen dueño.

Ya son varias columnas políticas que consideran que los más probables autores intelectuales de los ataques a García Harfuch son Hugo López Gatell o Clara Brugada.

El doctor muerte, o sea López Gatell, aspira a quedar en segundo lugar en las encuestas que realizará Morena. Esa posición en las encuestas incorpora, casi en automático, al doctor muerte en las listas plurinominales e Morena, sea para el congreso federal o el de la CDMX, y con ello obtener un fuero que lo proteja en el caso de que la justicia lo llame a responder sobre la responsabilidad que tuvo en la implementación de la estrategia contra el Covid, que causó cerca de 800 mil muertes.

Por su parte Clara Brugada, quien se considera la candidata histórica al gobierno de la CDMX apelando a su larga trayectoria en las filas de la izquierda más ruda de la capital del país.

Pero tal parece que a Brugada se le está olvidando un detalle clave: el electorado de la CDMX ya no es el mismo, ni en calidad ni en cantidad, que el que existía en que el mérito de Brugada era su radicalismo contra el orden establecido.

La historia de luchadora social de Clara Brugada no la conoce ni el 25% del nuevo padrón electoral de la CDMX.

Y tanto López Gatell como Clara Brugada se encontraron con un competidor joven, conocido, que fue protagonista de un atentado en el que salvó la vida de milagro como es el ex jefe de la policía en la CDMX.

Y eso de ninguna manera pudo gustarle a los que son los más cercanos competidores de García Harfuch.

Ni a Clara ni al Doctor Muerte se les puede probar que son las manos que mecen la cuna de la escalada descalificatoria en con contra de Omar García Harfuch.

Pero están en la primera fila de los sospechosos porque, como dijimos al principio de estas notas, en la política mexicana todos los perros tienen dueño.

 

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