DE UNA JOYA LITERARIA, QUINTA Y ÚLTIMA PARTE

0

JOSE CARLOS GUERRA AGUILERA

EL ROMANCERO DE LA VIA DOLOROSA, del sacerdote Benjamín Sánchez Espinoza, con seudónimo de FRAY ASINELLO, es una joya literaria, copio tres estaciones:

13ª Estación.
JESÚS ES DESCLAVADO DE LA CRUZ
Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

María guardaba todo esto en su corazón.
(Lc. 2,19)

Mi Jesús, tiene sueño,
por el camino se me durmió
tres veces el pobrecillo.

Hijito, duerme, duerme,
que en esta noche,
no habrá quien te despierte.

De mañanita, llorando,
por los caminos del cielo,
salió mi niño a buscar
su rebaño de corderos.

Todos andaban perdidos
entre los barrancos negros….
En un bosque de alaridos
y brazos en alto tensos,
entró mi Niño temblando
de soledad y de miedo…

Las flores eran de sangre,
las ramas eran flagelos,
las maldiciones volaban,
como pájaros, al viento.

¡Era tan largo el camino,
estaba el aire tan negro,
que mi Niño se cayó
tres veces en el sendero;

y cuando a los ojos de agua
se acercó a beber sediento
le dieron a beber mirra
aquellos crueles veneros!

Por fin se subió mi Niño
sobre las ramas de un cedro
por ver si de las alturas
divisaba sus corderos.

Su séptuple canto
triste rodó por el universo.

Como un gorrioncito herido
-todo púrpura su pecho-
quedó dormido mi Niño
sobre las ramas del cedro;

las nubes le acariciaban
con devoción los cabellos…
Dormidito lo encontraron
en el camino del cielo,
y dormidito, a mis brazos,
de noche, me lo trajeron.

Tiene en sus pies dos claveles,
y en sus manos dos luceros
y en su Corazón un sol
tres veces santo y abierto.

Hijito, que entre mis brazos
yaces cansado y deshecho,
duérmete sin ansiedades
por tus perdidos corderos.

En esta noche de luna
los has juntado en el cielo;
por la inmensidad azul

vagan cándidos,
paciendo entre rosas inmortales
y remansos de luceros.

Innumerables y puros,
como los copos de invierno,
de todos los horizontes
ascienden al firmamento

Cuando la luz te despierte
ya sin dolor y sin sueño,
¡oh cómo habrás de alegrarte
por tus hallados corderos!

Hijito, que entre mis brazos yaces
desnudo y deshecho,
sigue durmiendo en la cuna
de mi amor y de mis besos….

Estos besos son los últimos
pero mi amor es eterno.

Sigue durmiendo en mis brazos,
aunque sabes que tu sueño
es espada de dos filos
que me traspasa por dentro…

Duerme que, para velarte,
está mi dolor despierto.
Mi Jesús tiene sueño,
por el camino se me durmió
tres veces el pobrecillo.

Hijito duerme, duerme,
que en la alborada vendrá
la luz divina que te despierte.

 

‎14ª Estación.
EL CUERPO DE JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO

De ida, llorando caminaban, arrojando la semilla.
(Ps 125,6)

Niña que llevas al pecho
siete puñales clavados,
Madre que vas a sembrar
a Dios bajo los granados:
ya vienen los sembradores,
con la semilla, llorando;
ya traen el cuerpo de Cristo
blanco sobre el lino blanco.

¡Señora, yo no quisiera
ni mirarte, ni mirarlo!

Tú me lo entregaste niño
como manojo de nardos;
yo te lo devuelvo muerto
como racimo pisado.

Trae mucha noche en las venas
y mucha nieve en los labios.

Se le congeló la vida
en el Corazón quebrado…

¡Señora, yo no quisiera
ni mirarte, ni mirarlo!

Ven y deshoja
la última flor de tu beso
en sus labios
y deja que lo sembremos
en este surco de llanto.

Quien sabe si ya mañana
cosechemos el milagro
de que retoñen
los dulces latidos
en su costado!

¿Si es un augurio de espigas
la muerte de cada grano,
si está la resurrección
bajo la tumba esperando,
por qué sembrar a los muertos
resultará tan amargo?

¡Qué diluvio de silencio
se vació sobre los campos….
La soledad, con sus aguas,
cubrió los montes más altos!

Niña que llevas al pecho
siete puñales clavados:
bajo el sepulcro,
dejaste tu corazón, olvidado…

¿Por qué florece el silencio
con un inaudito cántico?
¿Y quién se pone a cantar
cuando los hombres lloramos?

¡Señora, los muertos cantan,
los muertos están cantando!
Entre las sombras agitan
el címbalo de sus manos:
que también para los muertos
llegó el Domingo de Ramos.

Ya va el Señor descendiendo
por caminos subterráneos:
de todos los cementerios
sube un clamor a su paso
mientras se impregna de vida la tierra,
con su contacto.

Un soplo de primavera
sacude los huesos áridos
y retrocede la Muerte
entre las tumbas aullando.

¿En dónde está tu victoria,
oh Muerte de dedos pálidos?
Ya van bajo los cipreses
las siemprevivas brotando…

Madrecita que sembraste
a Dios bajo los granados:
sobre el surco de tus lágrimas
han florecido los cánticos;
mañana, cuando el lucero del alba
bese tus párpados,
la tierra dará su fruto inmortal y perfumado…

Entonces, cierra tus ojos;
entonces, abre tus labios
para que bebas el vino
del Hijo resucitado.

 

Deja un comentario

WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com