DE UNA JOYA LITERARIA, PRIMERA PARTE
JOSE CARLOS GUERRA AGUILERA
EL ROMANCERO DE LA VIA DOLOROSA, del sacerdote Benjamín Sánchez Espinoza, con seudónimo de FRAY ASINELLO, es una joya literaria, copio tres estaciones:
1ª Estación.
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Y no respondió a ninguna acusación.
(Mt. 27,14)
Te condenaron a muerte
tu silencio y mi silencio.
Las gargantas en tumulto
ante el Pretor somnoliento,
lapidaron con sus gritos
el mármol de tu silencio.
Tu mutismo era una estatua
de blancura y de misterio.
“¡Habla, Jesús, que te matan!
Arropada en tu silencio
la muerte viene volando
entre graznidos de cuervos.
¡Habla, Señor, tu palabra,
como un huracán de fuego,
salga de tu boca
y queme lo falso de los denuestos!
¿Por qué te quedas callado
si eres el Divino Verbo…?”
La boca de Dios
quedó baldía como el desierto.
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio.
Escupieron las gargantas
alaridos a mi miedo.
Al oleaje de gritos
debí levantar mi pecho
-dique de amor y diamante-
contra el torrente protervo.
Pero fui arena medrosa
que no supo defenderlo.
Debí gritarles:
“¡Judíos, yo soy,
yo soy el perverso;
a mí la hiel, las espinas,
a mí la cruz y el flagelo!”,
pero se anudó a mi voz
la vil serpiente del miedo.
¡Pastores, por cobardía
me mataron mi Cordero:
fue más fuerte que mi amor
el ladrido de los perros…!
Lo condenaron a muerte
su silencio y mi silencio:
uno, silencio de amor;
otro, silencio de miedo.
2ª Estación.
JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ
Levántate, Amiga mía, hermosa mía, y ven.
(Cant. 2,13)
Acércate, Bienamada,
la de los brazos abiertos.
A ti corro enamorado
con un ciclón de deseos.
Tengo sed de tu regazo
para morir en silencio.
Amada, la presentida
desde los montes eternos,
la elegida por el Padre
para el Varón Unigénito,
eres morena de sol
y tienes olor a cedro;
yo pondré sobre tus hombros
el lino en flor de mi cuerpo
y un rojo manto prendido
con cinco rosas de fuego:
¡divino traje de bodas
en el abrazo supremo!
Ven a mis brazos, Amada,
la de los brazos abiertos.
Bajo la noche del odio
iremos por el sendero
relampagueante de gritos
y enraizado de tropiezos:
¡que el amor siempre camina
por sendas de sufrimiento!
Cuando estemos en la cumbre
unidos los dos y quietos,
en holocausto humeante,
transverberados de fuego,
una nueva epifanía
alumbrará tierra y cielo.
Serás llamada Señora
y Madre de muchos pueblos.
Vendrán a ti con sus dones
los reyes del mundo entero.
Con tus brazos extendidos
serás rosa de los vientos
que conduzca caminantes
a mi Corazón abierto.
Los que a Mí quieran venir
tendrán que amarte primero…
Salgamos ya, Bienamada,
la de los brazos abiertos.
3ª Estación.
BAJO EL PESO DE LA CRUZ JESÚS CAE
Y DA CON SU BOCA EN TIERRA
Béseme con el beso de su boca.
(Cant. 1,1)
¡Decidme quién me besó
con unos labios de fuego…!
Muchas veces he sentido
el ósculo del invierno.
Sus labios -copos de nieve-
al caer blancos y lentos
me visten con la pureza
de los glaciares eternos:
son un bautismo de gracia
que me renueva por dentro.
Al llegar la primavera
florida por los oteros,
la fecundidad despierta
en mis ateridos senos.
Con sus rojas amapolas
¡cómo me cubre de besos
y cascabeles de espigas
y música de jilgueros!
Pero nunca conocí
un beso como este beso:
¡si me ha dejado más blanca
que los altos ventisqueros
y me ha vuelto más fecunda
que los jardines del cielo!
Decidme quién me besó
con unos labios de fuego.
¡Qué dulce, cuando el estío
con sus labios de aguacero
deja el cauce de mis trenzas
constelado con sus besos,
y mis arenas febriles
ungidas de refrigerio!
¡Qué triste el beso de otoño,
cuando, al impulso del viento,
besa con sus hojas secas
la planta de mis senderos
y me deja en la garganta
sabor a muerte y a duelo!
Pero nunca conocí un beso
como este beso:
tan lleno de suavidades,
de tristeza y de misterio…
Eternos labios heridos,
divinos labios de fuego
que, quemando, purifican
y sirven de refrigerio;
labios de Cristo,
caído en el camino tremendo,
¿a la Tierra, vuestra esclava,
así la tratáis, a besos…?
¡Oh labios, yo no soy digna,
pero… besadme de nuevo!
(Continuará)