72 años de Entremeses en Guanajuato, 1

Película Bugambilia

Película Bugambilia. Escena filmada en lo que ahora es el Palacio de los Poderes.

Columna Diario de Campo

Luis Miguel Rionda (*)

Hace 72 años la ciudad de Guanajuato, viejo enclave de la más rica minería del imperio español languidecía, ahogada en sus añoranzas de glorias y abundancias pasadas. 23 mil 389 habitantes habían sido contabilizados en el censo de 1950. Una cuarta parte de lo que llegó a tener cuando la visitó el geógrafo Humboldt en 1803. Sumida en la pobreza, parecía no tener más futuro que el de convertirse en un pueblo fantasma.

Sin embargo, esa misma pobreza la preservó —relativamente— del saqueo y de los coletazos de la modernidad y el progreso. Muchas ciudades y pueblos del Bajío perdieron buena parte de su patrimonio arquitectónico e histórico como consecuencia de un “progreso” mal entendido. Guanajuato, en cambio, preservó su herencia edificada más o menos intocada, que le convirtió en escenario para las artes dramáticas. Primero, el cine, con rodajes como Bugambilia (1945) del Indio Fernández, y Él (1953) de Luis Buñuel.

Desde 1942, un grupo de profesionistas y profesores del Colegio del Estado —Universidad de Guanajuato desde 1945— aficionados a la literatura y las artes, comenzaron a reunirse en tertulias intelectuales y artísticas en el célebre “estudio del callejón del Venado”. Se trataba de Manuel Ezcurdia, Armando Olivares Carrillo, Eugenio Trueba Olivares, José Guadalupe Herrera Carrillo, el juez Cristóbal Castillo Arbide, Luis García Guerrero, Enrique Ruelas Espinosa, Manuel Leal, Salvador Lanuza, Rodolfo González, Jesús Villaseñor, Josefina Zozaya viuda de Romero, Paula Alcocer de Aguilera y otros eventuales. En 1947 Enrique Ruelas propuso a ese grupo la realización de un homenaje a Miguel de Cervantes con motivo del 400 aniversario de su nacimiento el 29 de septiembre. La idea no prosperaría, hasta seis años después.

En 1952 se abrieron en la UG las escuelas de Arte Dramático y de Filosofía y Letras. En ambas colaboraron profesores españoles transterrados y de la Casa de España en México. Al año siguiente principió el Teatro Universitario, con el montaje de Arsénico y Encajes (1941) de Joseph Kesserling, bajo la dirección de Enrique Ruelas. Ese mismo año montó La Soga (Rope’s end) de Patrick Hamilton, donde mis padres actuaron.

En 1953, con motivo del llamado “congreso de los rectores”, la II Asamblea Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior de la República Mexicana ¾germen de la ANUIES—, que se realizó del 17 al 21 de febrero, el rector Antonio Torres Gómez invitó a Ruelas a presentar la obra Arsénico y Encajes. Pero el maestro no se limitó a este montaje de teatro cerrado; examinó y encontró el motivo literario para experimentar el espectáculo teatral en la calle, a la manera de García Lorca y su Barraca, y en colaboración con sus amigos intelectuales concibió y diseñó la original “Presentación de los célebres tres entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, su mundo imaginario y la realidad de su mundo”, como rezaba el programa original.

Seguiremos la próxima semana…

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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