Escuché a un sacerdote de la religión católica decir que todas las palabras relacionadas con la Iglesia se escribían con mayúscula inicial. La afirmación es imprecisa. Esa condición se cumple por razones lógicas en algunas palabras y en otras no. Todo vocablo en español está sujeto a los criterios lógicos de la ortografía (siempre hay una razón, un motivo; no es solo capricho de académicos). Por eso es cierto, en algunos vocablos aplica la mayúscula inicial, en otros la minúscula y otros más dependen de distintos factores (como el inicio de texto o punto y seguido).

Así que vayamos por partes. El vocablo ‘dios’ es un nombre común. Se aplica a las divinidades de cualquier religión. Es decir, no es un nombre propio y, por tanto, debe enunciarse con minúscula inicial, salvo casos excepcionales.

Sígame en este razonamiento. Si decimos «los dioses del Olimpo». Evidente que el vocablo ‘dioses’ debió ir con minúscula por ser un nombre genérico para todos los que ocupan el Olimpo. Si lo individualizamos frente a un dios en concreto, mantiene la minúscula: «la diosa Afrodita». Por eso se debe enunciar: «El dios de los judíos…», «el dios de los cristianos», o «Los dioses de los mexicas…» todos con minúscula porque se refiere a un nombre común.

Sin embargo, si mediante la palabra ‘dios’ hacemos sobrentender uno en particular (eso se llama antonomasia), sí aplica la mayúscula inicial. Así, para ese sacerdote católico siempre el vocablo ‘dios’ irá con mayúscula inicial porque siempre se referirá al que venera: «La misericordia de Dios es infinita». Se cumple su supuesto no por lo que esgrime, sino porque las reglas ortográficas lo prevén.

Otro ejemplo: «El papa Francisco hizo un llamado para la paz. En su mensaje el Papa pidió a las partes en conflicto que…». En la primera ocasión la voz ‘papa’ inicia con minúscula porque es nombre o título común de cada líder de la cristiandad. Sin embargo, en la segunda ocasión se enuncia con mayúscula porque mediante ese vocablo se hace entender a uno solo: a Francisco. Se comprende eso por el contexto.

Ahora, la palabra ‘iglesia’ también es nombre común. Debe enunciarse con minúscula, particularmente cuando se aplica a algún templo o construcción destinada al culto. Pero si mediante ella se hace entender la congregación de fieles y ordenados (ministros, monjes, diáconos, etc.), entonces se enunciará con inicial mayúscula. Así se sobrentiende que se habla de una institución en concreto.

Las palabras ‘santo’ y ‘san’, por ser comunes deben escribirse con minúscula. Así, san Agustín o san Pedro deben iniciar con minúscula. Caso diferente si se trata del nombre de un templo o de una calle. En ese caso, pasa a ser el nombre propio y queda como San Agustín. La misma lógica aplica para las vírgenes. Y en ese tenor también están los evangelistas: «El evangelista Juan, en Revelaciones, nos advierte de…».

Por supuesto, los elementos que intervienen en los ceremoniales son también nombres comunes: la hostia, la patena, el cáliz, la custodia, etc.

Los nombres de las fiestas religiosas se escriben con mayúscula al iniciar porque son nombres propios de periodos: Navidad, Cuaresma, Semana Santa.

En conclusión, es inapropiado indicar que todo lo relacionado con la religión debe escribirse con mayúscula inicial por razones de respeto. Se trata de vocablos equiparables a cualquiera otro y las reglas ortográficas son generales, no excepcionales.

sorianovalencia@hotmail.com

 

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