DEL ENOJO DESMEDIDO
JOSE CARLOS GUERRA AGUILERA
“Quizá solo es cuestión de tiempo
para que uno de los críticos de
López Obrador sea asesinado.”
Enrique Krause.
“Nosotros que hemos luchado
tanto por la justicia no nos
vamos a dar por vencidos”
Andrés Manuel.
1.- Hemos conocido desde hace más de cuatro años a un Andrés Manuel, con enojo, con ira presidencial, con terquedad; dieciocho años ambicionando ser presidente de la Republica. Repetitivo. Con sonrisa sarcástica. Sólo cuando viajó a los Estados Unidos se puso el cubre nariz y boca. Diario en la llamada “mañanera” señala a alguien. Diario se convierte en juez y dicta sentencias implacables. Jamás reconoce algún yerro.
2.- En una de sus campañas, fue famosa la frase muy suya: “Al diablo con las instituciones”. Siendo presidente ordenó que no quitaran una sola coma a una iniciativa legislativa suya. Siendo también presidente se burló gravemente de la legalidad, del Estado de Derecho y del respeto al orden, cuando exclamó que no le vengan con él cuento ese de que la Ley es la Ley. Tenemos un presidente que imperativamente exige a los suyos una obediencia ciega a sus designios.
3.- Todo esto lo hace ver como lo que es: una persona extraña que rompe demasiado, que invita al odio, que condena todo lo que no le gusta, abiertamente, sin pudor, como un soberano caprichoso, que odia y lo demuestra abiertamente a sus fastidiosos críticos. Detrás de todo esto está un público que probablemente no analiza, que lo sigue, que cree en él, que se alimenta de lo que él nutre. Un público que quizás no haya subido a un avión, pero que “sabiamente” vota sobre el avión presidencial, que por cierto dijo que se supone tiene fallas de origen y que posiblemente se malbarató. Un público que se regodea con el enjuiciamiento tardío, y por ello prescrito, a alguno de los expresidentes. Un público que es sabio y que “vota” misteriosamente. Un público que le cree a ciegas. Parte de ese público deben ser los más de 30 millones que votaron por él. Un público que oye y cree en su “líder”.
4.- Hace poco en una marcha pagada, costosa, apareció una mojiganga de la presidenta de la Corte Nacional, al poco rato fue quemada la figura, ante la algarabía de fanáticos. El hecho es notable.
5.- No hace mucho, después de injuriar al analista Ciro Gomez Leyva en forma artera indicando que escucharle era dañino a la salud, y que le podía salir hasta un tumor en el cerebro, el citado sufrió un grave atentado a su persona. El hecho es notable. Las citas a Carlos Loret de Mola son constantes y en el mismo tono.
6.- Por eso es importante recordar lo aducido por Enrique Krause:
”La historia es conocida: en la Navidad de 1170, en su castillo de Normandía, el rey Enrique II, furioso por las excomuniones dictadas por el arzobispo Thomas Becket en contra de varios obispos leales a él, exclamó: “¿No hay nadie que me libre de este fastidioso cura?”. Tras escucharlo, cuatro nobles viajaron a Canterbury y asesinaron a Becket. Cuando estalló el escándalo, el rey insistió en que nunca había dado la orden, que todo había sido un malentendido. (…) Quizá solo es cuestión de tiempo para que uno de los críticos de López Obrador sea asesinado.”
7.- En Veracruz este fin de semana pasado, la orden presidencial en contra de la Corte Nacional es muy grave: ““Ni les contesten al teléfono, no quiero enjuagues” Incluso inventó que los Ministros de la Corte: “se arrepintieron” ya que en vez de ordenar que entrara en vigor de inmediato la sentencia que dio un vuelco a la propuesta presidencial, se acercaron a ellos. Nada más, falso, Los ministros no pueden hacer reversa en la sentencia. Que grave que induzca a quien le crea, a esa mentira bajo el disfraz de la que “Nosotros que hemos luchado tanto por la justicia no nos vamos a dar por vencidos”.
8.- Si el aún Presidente no quiere hablar con la Presidenta de la Corte, ese rompimiento demuestra una necedad y mucho más, un enojo desmedido, por como resuelve la Corte Nacional. (Seguramente solo habla con dos ministros, Zaldívar y con la presunta plagiaria). Ese odio presidencial desmedido no puede conducir a buen puerto.