¡Dios existe!
“Ojalá sea solo una forma de decir que comulgan con las mismas ideas y que por lo tanto una será la fiel sucesora del otro. Sucesora y discípula. Espero que no súbdita. Y menos cómplice”.
Francisco Ortiz Pinchetti
Bien preocupante resulta la confesión conjunta de Claudia y Andrés Manuel de que ellos forman ya “una hermandad”. Quizá solo sea el uso que ha tenido ese término, pero a mí con todo respeto me suena a mafia, a cofradía, a secta, a complicidad.
“Es algo inexplicable…”, dijo la Presidenta Electa el pasado martes 24. “Le decía (al) Presidente que esto es muy emotivo y me dijo: es que es una hermandad. Les puedo decir que somos una hermandad, una hermandad que se construye y que se ha construido a lo largo de estos años de lucha y que se va a seguir construyendo con el segundo piso de la cuarta transformación”.
A lo que López Obrador contestó, eufórico:
“Tocó la dicha a nuestro país que este relevo se dé en las mejores condiciones, inmejorables, porque, imagínense, si después de haber iniciado este proceso, toco madera, fuese otra la situación. ¡Lo voy a decir, Dios existe!”.
Ojalá sea solo una forma de decir que comulgan con las mismas ideas y que por lo tanto una será la fiel sucesora del otro. Sucesora y discípula. Espero que no súbdita. Y menos cómplice.
Pero más importante y alentador que eso es la inminencia del fin de una pesadilla, protagonizada estelarmente por el tabasqueño. Se acabó, por fin. Si de algo tenemos los mexicanos que dar gracias a Dios es de que efectivamente López Obrador fracasó en su evidente plan reeleccionista, al que me he referido reiteradamente en este espacio.
Era su proyecto, por supuesto.
Afortunadamente no pudo a tener en 2021 la mayoría calificada en el Congreso –que ahora se agandalló– para modificar la Constitución y mandar borrar de ella oportunamente aquella sandez conservadora de la “No Relección”. Ahí volaron sus sueños de persistencia transexenal al estilo de sus amigos cubanos, venezolanos y nicaragüenses. Y buscó otras maneras.
Probó tramposamente, en abril de 2022, con la institución de la llamada “revocación del mandato”… para obtener un supuesto respaldo ciudadano a su gobierno. Al revés, pues. Y con una participación de apenas el 17 por ciento, dio por hecho que el pueblo de México entero le pedía que se quedara. “Me quedo”, dijo feliz.
Sin embargo, no logró la segunda parte de su nuevo plan: una ampliación del mandato presidencial. Falló cuando en 2022 no prosperó su inconstitucional ensayo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En efecto, López Obrador propuso ampliar el mandato del ministro Presidente hasta el 30 de noviembre del 2024, “a fin de apoyar en el impulso y consolidación de la Reforma Judicial”, como lo explicó él mismo.
Su entonces soterrado cómplice, Arturo Saldívar Lelo de Larrea, se hizo como el tío Lolo, pero no tuvo sin embargo los arrestos ni la fuerza para extender por dos años más su período de cuatro años (2019-2022) como Presidente de esa institución, como lo pretendía su amigo, el señor de Palacio Nacional. Y la intentona de Andrés abortó también.
“El fracaso judicial de dicho fiasco puso en evidencia a un personaje que desde los primeros meses de su nombramiento como ministro presidente decidió tirar por la borda su prestigio como jurista en aras de convertirse en un mero político oportunista cuyas convicciones flaquean frente a sus ambiciones”, escribieron entonces Juan Jesús Garza Onofre y Javier Martín Reyes, investigadores de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Muy a su pesar, Zaldívar no será recordado como el gran reformador de la judicatura, sino como el gran agente de la intervención obradorista…”
El ministro Saldívar Lelo de Larrea había sido elegido por sus pares el 2 de enero de 2019 como presidente de la SCJN en sustitución del ministro Luis María Aguilar, que pasaba a retiro. El periodo del queretano terminaba el 31 de diciembre de 2022. Tras el fracaso de su intento reeleccionista disfrazado dejó la presidencia “en tiempo y forma” y renunció anticipadamente como ministro, sin causa justificada, se dijo, el 15 de noviembre de 2023.
Claro que tenía causa. Y justificadísma. El mismo día de su renuncia, la todavía precandidata a de Morena a la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, publicó en su cuenta de X una fotografía con el todavía ministro con un mensaje en el que señalaba que acordaron “trabajar juntos para avanzar en la transformación del país”.
Sin reelección posible, urgido de impunidad, recurrió a un nuevo proyecto: el maximato. Andrés Manuel impuso a una incondicional suya como sucesora. Logró meterse a la campaña electoral sin estar en la boleta… y ganar la elección. Colocó luego a incondicionales suyos en cuando menos la mitad de las carteras del futuro gabinete. Arrebató una mayoría calificada que no ganó en las urnas para imponer sus reformas a la Constitución y se hizo del Congreso. Y nombró a Andy, su hijo predilecto, como secretario de Organización de Morena, en cuyas manos quedarán no solo la estructura sino las decisiones cruciales del partido, incluidas por supuesto todas las candidaturas a los diferentes puestos de elección, particularmente las gubernaturas. Será el mandamás, pues.
Un mandamás, incondicional por supuesto del mandamás de mandamases, así esté metido en su rancho (cosa que ahora resulta que lo está pensando). Es de suponerse –y de temerse– que la línea entre La Chingada y la cacaotera Finca Rocío estará permanentemente saturada.
Ahora queda en manos de Claudia la decisión de acatar el papel indigno de una sumisa comparsa o asumirse como una verdadera Presidenta de México. Veremos. Por lo pronto, podemos estar tranquilos de que López Obrador fracasó en su proyecto reeleccionista. Nos salvamos. Y afortunadamente ya se va, con todo y púlpito. ¡Si, Dios existe! Válgame.
DE LA LIBRE-TA
OTROS DATOS. Se va, presume, con una popularidad superior al 65 por ciento de aceptación y con una reducción de 5.1 millones de mexicanos pobres. No lo dice, pero también se va con más de 830 mil muertes por Covid-19 (INEGI), de los cuales al menos 300 mil pudieron evitarse (CIIPCM). Desastre en Salud: entre 2018 y 2023 las atenciones brindadas por las instituciones públicas de salud disminuyeron en 14.2 millones, en tanto que las otorgadas por las organizaciones del sector privado en clínicas, hospitales y consultorios adyacentes a farmacias aumentaron en 18.3 millones (INEGI). Crecimiento económico casi nulo: apenas 0.9 por ciento en el sexenio, el peor en 36 años. Más de 200 mil homicidios dolosos según cifras oficiales (SSP) muy arriba de los gobiernos de Peña Nieto y Calderón. Desastre en combate a la corrupción: ocupamos el lugar 126 entre 180 países (Transparencia Internacional). Un 80 por ciento de los contratos de obra del gobierno se adjudicaron directamente, sin licitación (MCCI). Asignación discrecional del gasto publicitario del gobierno por unos 15 mil 600 millones de pesos, de los cuales el 48.57 por ciento se pagó a 10 medios, todos afines al régimen (Artículo 19). Más de 100 mil mentiras en sus conferencias matutinas (Taller de Comunicación Política, CEO, SPIN), Desastres en educación, en autosuficiencia alimentaria, en producción petrolera, en infraestructura hidráulica… Adiós, Andrés.
@fopinchetti
Francisco Ortiz Pinchetti
https://www.sinembargo.mx/author/franciscoortiz
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).