Luis Miguel Rionda

Columna Diario de Campo

El miércoles 27 rindió protesta como rectora general de la Universidad de Guanajuato (UG) la doctora Claudia Susana Gómez, para el cuatrienio 2023-2027. He expresado públicamente mi opinión positiva sobre la decisión que tomó en su favor la Junta Directiva, pues considero que, de los cinco aspirantes, Claudia reúne las mejores condiciones personales, profesionales y de visión de futuro para liderar una comunidad de 55 mil académicos, estudiantes y trabajadores, en uno de los mejores claustros del país.

Aunque me alegra este cambio de estafeta, me extraña que se haya desarrollado casi en la clandestinidad. No hubo información sobre la ceremonia en ninguno de los medios de comunicación de la UG. Sus redes no informaron nada. Radio Universidad no trasmitió el evento. Yo localicé una emisión de mala calidad en Face Live, y sólo así pude presenciarla.

Debo opinar que la ceremonia me pareció algo insólita. Se desarrolló en un espacio secundario de la universidad: el salón de eventos de la nueva “Zona UG” ¾el antiguo Hotel Guanajuato¾. Comprendo que se haya buscado un espacio alterno al tradicional Auditorio General, por el temor de posibles afectaciones al orden por parte de inconformes, pero no entiendo la elección de un espacio tan excluyente. ¿Por qué no se desplegó un mayor esfuerzo de diálogo, que despresurizara el ambiente? Al aislar el evento, el mensaje fue de temor, de distancia, de incapacidad de parlamentar.

Tampoco me explico la ausencia de los tres rectores de campus que participaron en la contienda. Es una mala señal que evidencia la persistencia de inconformidades, y una pésima herencia para la nueva rectora. Es un hecho insólito en una universidad que había sabido transitar de manera serena por sus alternancias. Ahí hay un tema de urgente atención para la nueva gestión, pues deberá convivir con esos tres descontentos al menos por un año.

Otra extrañeza: el enviado de la SEP fue un funcionario de cuarto nivel, director de una oscura dirección de convenios. ¿Por qué no asistió el subsecretario de educación superior, el marxista Concheiro, o al menos la directora general, la computóloga Rodríguez?

Me pareció que el mensaje de despedida del exrector Guerrero fue excesivamente largo. Eso no ayuda a la ponderación justa de su legado, porque se le vio encariñado con el cargo. Después, el presidente de la Junta Directiva leyó el acuerdo para la designación de la nueva rectora, pero continuó con un innecesario laudatio al rector saliente.

El gobernador Diego Sinhué fue parco y preciso. Reiteró el apoyo de su administración al proyecto educativo más importante de la entidad, y felicitó a la comunidad y a la rectora.

El mensaje de Claudia fue sencillo y emotivo. No se dejó llevar por grandilocuencias ni anuncios pretenciosos. Su estilo recatado y amable permeó sus palabras felices. Bien.

Ceremonia extraña, pero sirvió de arranque de un nuevo camino para nuestra universidad. Creo que la rectora sabrá imponer un nuevo sello de mesura y modestia a la función rectoral. Tiene la rara virtud de saber escuchar y de hablar con prudencia, lo que siempre ayuda a construir acuerdos y concitar voluntades. Yo la felicito.

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

 

 

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